¿Los últimos arrastreros del Mediterráneo?: Bruselas lastra las redes
Josep Maria Viñas, toda una vida en el mar, quinta, y última, generación de pescadores en su familia, explica a bordo de su barco la amenaza que supone el acuerdo que limita la pesca para un sector que no quiere hundirse
La UE pacta las cuotas de pesca en el Mediterráneo con fuertes exigencias para el sector
Ha sido una jornada de pesca regular. A media tarde, ya amarrado en el puerto de Blanes (Gerona), Josep Maria Viñas (64) acaba de trastear a bordo del Estelada, el arrastrero del que es patrón y con el que mantiene a su familia. Tras ... la subasta en la lonja –«hoy un poco de todo, tampoco mucho»–, arquea las cejas cuando se le pregunta por un futuro que no se decide en este u otro caladero, en una jornada de más o menos suerte al echar la red, sino a miles de kilómetros, en Bruselas. Allí, los ministros de Pesca de la Unión Europea –«sin entender de qué va esto», apunta Viñas– acordaron esta semana una reducción del 79% de las días de pesca para los arrastreros del Mediterráneo, una condena a muerte solo reversible si adoptan una serie de medidas compensatorias que no «son ni fáciles, ni baratas, ni de un día para otro». «Parece que quieran acabar con nosotros, como si fuésemos los malos de la película», se queja Viñas, gorro calado mientras arrecia el temporal en Blanes, en un lamento que es transversal al de un sector primario –pescadores, ganaderos, agricultores...– al que la globalización está pasando por encima.
El caso de Viñas –quinta, y última, generación de pescadores en su familia– es paradigmático de cómo una regulación puede llevarse por delante un colectivo, el de los arrastreros, que es en realidad núcleo y nervio del sector pesquero español en el Mediterráneo. 3.000 empleos directos y 14.700 indirectos están amenazados, según estimaciones de la Confederación Española de Pesca (Cepesca).
Mientras acaba de preparar la barca para la siguiente jornada –«¡mañana salimos temprano!», advierte a Quim, el marinero con el que trabaja mano a mano–, Viñas repasa la saga familiar de pescadores de la que él es su último representante: su tatarabuelo –«medio payés, medio pescador»– es quien metió el mar en la familia Viñas, al que siguió su bisabuelo Joan –«fallecido en el mar a los 80 años tras una jornada trágica, cuando aún se pescaba a remo»–. A Joan le siguió el abuelo Josep, «con quien comencé a pescar a los once años». Josep no murió en el mar, sino de nostalgia porque lo alejaron del medio en el que de verdad se sentía a gusto. «Se fue a vivir a Barcelona con una hija, pero no soportó estar lejos de Blanes», explica Josep Maria, que acabaría tomando el relevo de su padre, Pere, quien hasta hace bien poco, a sus 96 años, aún se le veía remendando redes en el puerto de Blanes. De su padre y de su tío, también pescador, heredaría Josep Maria su primera barca, la Dolores, un arrastrero en el que faenó durante nueve años y que en 2004 acabaría sustituyendo por su flamante Estelada, «casco de fibra, un buen barco».
La historia de los Viñas está indisociablemente unida a Blanes, del mismo modo que esta localidad estará por siempre unida a la tradición marinera catalana. Si la Cofradía de Pescadores se remonta a 1705, unos siglos antes, en el XII, su puerto acogía la flotilla cristiana que conquistó las Baleares, y de la época de los romanos se tiene noticia de que ya existía allí una base portuaria.
Ciertamente, la historia cuenta, pero es del presente y de las perspectivas de futuro de lo que comen las familias. Y ahí, Viñas lo tiene claro, denunciando el «interesado cálculo» de que las capturas disminuyen por un deterioro de los caladeros debido a la voracidad y falta de sensibilidad de los pescadores: «¿Cómo se puede manipular tanto? Las capturas totales disminuyen, sí, pero porque hay menos barcos –hasta un 50% en los últimos años en Cataluña–». «Yo estoy pescando igual que antes», explica, ya sentado en un despacho prestado en la cofradía, repasando su histórico de capturas: 14.900 kilos en 2002, 15.400 en 2019, 18.700 en lo que va de 2024... Lo que sí ha disminuido, lamenta, son los ingresos, lastrados por los gastos al alza, sobre todo por la escalada del gasoil: «Antes un pescador podía ahorrar. Ahora los meses buenos sirven solo para compensar los malos».
La indignación es generalizada. Lo apunta Viñas y corrobora tanto la Federación Catalana de Cofradías de Pescadores como Cepesca, que recuerdan que el sector ya está haciendo un gran esfuerzo, con medidas voluntarias como la limitación de las jornadas de pesca a un máximo de doce horas, vedas biológicas de más de 50 días, zonas de exclusión permanente y artes de pesca cada vez más selectivos. La nueva reducción que exige Europa para 2025 forma parte del Plan Plurianual de Pesca en el Mediterráneo Occidental, adoptado en 2019 y en vigor desde enero de 2020, y que ya implicó una importante reducción que ahora se pretende llevar más allá. «Desde su puesta en marcha ya se ha hecho un gran esfuerzo», apunta a ABC Javier Garat, secretario general de Cepesca. «Es un viacrucis pesquero que ha comportado una pesadilla para las empresas y los trabajadores. Los ingresos por venta en la lonja se han reducido un 12,5% de media», apuntan las cofradías catalanas.
Ahora, la nueva vuelta de tuerca que exigen las autoridades comunitarias les ha caído como una condena, y a sus 64 años, Viñas piensa en la jubilación. La descartó a los 58, cuando legalmente hubiese podido retirarse, porque se encontraba bien y porque, como su abuelo Josep, no puede alejarse mucho del mar. Al comprar su barco actual, 350.000 euros, se lo planteó también como una inversión. «Te dices: 'me hago un barco cojonudo, y cuando me jubile esto tendrá un valor, lo podré vender, o llegar a un acuerdo para que otro te lo lleve'. Pero claro, con este nuevo acuerdo, la rentabilidad no es la misma. Con estas nuevas condiciones ya no salen los números», se lamenta Viñas. «No me quejo tanto por mí, que mira, según cómo, me voy sacando el jornal. Pero pienso en la gente más joven... ¿quién se atreve con una inversión grande en estas condiciones? Está claro que así el relevo generacional es imposible. Hay muchas barcas esperando a que se abra plazo de ayudas para desguace», apunta Viñas, cuyos dos hijos, chico y chica, no han seguido sus pasos.
El caso de Viñas es un buen ejemplo de lo que le puede caer encima a un sector que se siente perseguido. «Ya no se trata únicamente de quienes se embarcan en los barcos, sino de todo el negocio de carácter comercial, industrial y de restauración asociado», insiste Garat sobre una pesca de arrastre en el Mediterráneo que genera alrededor de 200 millones de euros.
Según los cálculos más recientes, en los caladeros mediterráneos faenan un total de 3.400 barcos de la Unión Europea y la flota de pesca española de arrastre en esta zona está formada por 565 buques que capturan especies como el lenguado, la acedía, el gallo, el fletán negro, el rape, el congrio, el salmonete, la gamba, la cigala, la galera, el langostino, la puntillita, la sepia o el calamar, que habitan sobre el lecho marino y requieren utilizar un arte de arrastre de fondo para su captura. Por regiones, la distribución de buques arrastreros es la siguiente:. Andalucía, 91; Baleares, 32; Cataluña, 211; Valencia, 208; Murcia, 22; y Ceuta, 1.
Tal y como se explica desde el sector, el arrastre en el Mediterráneo se compone de pequeñas embarcaciones familiares, de entre 12 y 24 metros de eslora, con una tripulación de tres a cinco personas en total y una capacidad limitada tanto en aparejo como en cubierta. Según datos de Cepesca, la flota de arrastre española representa el 10% del conjunto de la flota pesquera de nuestro país y su actividad genera entre 250.000 y 300.000 toneladas de pescados y mariscos de un volumen total de capturas en torno a 800.000 toneladas. La pesca de arrastre supone, por tanto, más de un tercio de las capturas de la flota pesquera española y el 25% de los desembarques, tanto en peso como en valor. En el caso del Mediterráneo, la proporción es mucho más elevada, y en Cataluña en concreto, el arrastre representó en 2023 el 60 por ciento de las ventas.
Viñas lo tiene claro. Quiere seguir viviendo del mar, y que los que vienen detrás no tengan que desistir. Junto a sus compañeros en el puerto de Blanes, se resisten a ser los últimos arrastreros del Mediterráneo.
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