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Rimas de la Revolución Cultural

En España, un Sánchez prochino se victimiza con el «lawfare» de sus aliados separatistas: quiere gobernar de espaldas al Parlamento nacional y amaga con conceder el voto a los 16 años, lo que supondría más extremismo a derecha e izquierda. Dialéctica del enemigo a tope

Artículos de Sergi Doria en ABC

Pedro Sánchez, en rueda de prensa jaime garcía

Dos millones de libros vendidos y más de veintiséis de facturación. Esto es Sant Jordi. El «gordo» editorial recayó en 'Por si un día volvemos', la novela de María Dueñas y 'El loco de Dios en el fin del mundo', una crónica con el Papa ... que Javier Cercas promocionaba justo cuando el Papa se fue de este mundo.

El periodismo cultural es un apresurado Sant Jordi cada día del año, aunque en algunas lecturas prive más la obligación que la devoción. Este Sant Jordi me pidió leyendo -por devoción- 'La Revolución Cultural' de Frank Dikötter que publica Acantilado. Este catedrático de Humanidades en la Universidad de Hong Kong, profesor en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres es el mayor especialista en la China contemporánea. Lo refrenda su imprescindible «trilogía del pueblo»: 'La gran hambruna en la China de Mao' (premio Samuel Johnson de ensayo), 'La tragedia de la liberación' y 'La Revolución Cultural'.

Cuando en el mitificado mayo del 68 los estudiantes ignaros de la Sorbona se proclamaban maoístas el Gran Timonel al que rendían culto, había provocado una guerra civil para acabar con sus rivales del Partido y masacrar a las clases medias ilustradas etiquetadas de «monárquicas» y «contrarrevolucionarias». La razzia comenzó en 1966 y no se detuvo hasta 1976 por la muerte del dictador. Diez años de genocidio maoísta. Las jerarquías docentes fueron el primer objetivo del Grupo para la Revolución Cultural que animaba a los estudiantes a rebelarse contra sus profesores: jaleados por Mao, los Guardias Rojos se volcaron en la violencia y el saqueo. Vino después la destrucción del mundo «viejo»: cambios del nombre de las calles, palizas a sastres, barberos y vendedores ambulantes (tachados de «capitalistas»), destrucción de mezquitas, iglesias, pagodas, quemas de libros y manuscritos milenarios. «Un estudiante local, a quien no se había permitido unirse a los Guardias Rojos, observó con interés que los libros extranjeros tardaban mucho más en arder, porque sus sólidas cubiertas de cuero los protegían», relata Dikötter. En el distrito de Huangpu, vista la resistencia de esos materiales al fuego, «varios camiones trabajaban las veinticuatro horas para transportar los libros a la fábrica de papel de la localidad a fin de reducirlos a pulpa».

Mao dividió China entre amigos y enemigos, después de haberse encaramado al poder con engañosas promesas de igualdad, justicia y libertad. No hubo la Nueva Democracia preconizada. Tampoco tierra para los granjeros, ni respeto a las minorías, ni libertad de pensamiento, ni protección de la propiedad privada: «Se había eliminado todo cuanto pudiera interponerse entre el Estado y el individuo, porque categorías enteras de seres humanos -desde granjeros e intelectuales hasta monjes- se habían transformado en funcionarios que trabajaban en departamentos gubernamentales sometidos al arbitrio de los cuadros locales del Partido», apunta Dikötter.

La Historia no se repite, pero rima, advertía Mark Twain. Las rimas de la Revolución Cultural asoman en las protodictaduras de Venezuela, Nicaragua o Colombia; en la chulería trumpista que premia el golpe contra el Capitolio y pretende arrinconar al poder judicial. Rimas maoístas también europeas: en la Rusia de Putin con el apéndice húngaro de Orban. En España, un Sánchez prochino se victimiza con el «lawfare» de sus aliados separatistas: quiere gobernar de espaldas al Parlamento nacional y amaga con conceder el voto a los 16 años, lo que supondría más extremismo a derecha e izquierda. Dialéctica del enemigo a tope. Y nuestra juventud, encendido el rencor hacia los mayores que cobran más a final de mes, de Guardias Rojos redivivos. En la Revolución Cultural los libros y las rosas son pasto de las llamas.

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