SPECTATOR IN BARCINO
Jordi Pujol se presenta a ustedes
Comanegra reedita los escritos de Jordi Pujol durante su reclusión en la prisión zaragozana de Torrero, con textos que no se incluyeron cuando el libro fue publicado en 1978
Barcelona
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Iniciar sesiónComanegra reedita 'Des dels turons a l'altra banda del riu', los escritos de Jordi Pujol durante su reclusión en la prisión zaragozana de Torrero, de diciembre de 1961 a septiembre de 1962, con textos que no se incluyeron cuando el libro fue publicado en ... 1978 como 'Carta al senyor X'. El señor X, aclara Joan Safont, era Ramon Fuster Rabés, fundador de la escuela Tagore, impulsor de la revista Cavall Fort, cofrade de la escuela Virtèlia y corrector del opúsculo pujolista 'Us presentem el general Franco'.
Con un tono castrense, deudor de su mentor Raimon Galí, Pujol –en el texto, «el que escribe»- se presenta a ustedes: «Como el comandante más ínfimo del más ínfimo batallón. Como el soldado más ínfimo. Pero en la línea del frente. En todos los terrenos, en la línea del frente».
Este es un libro importante, «hasta diría que el más importante» advierte Pujol en el prólogo a la presente edición. Avanza la lectura y afloran tropos conocidos: la simpatía por Israel en una banal adecuación del pueblo perseguido al discurso nacionalista catalán. Un pueblo de individualistas que, sin embargo, «ha dado al mundo la más formidable realidad espiritual, la más perfecta, la más universal en el tiempo y en el espacio», dice de Israel. El principal problema resolver, colige Pujol, «es la salud espiritual y mental del pueblo».
«El que escribe» interpela a la generación más joven que permanece, expectante, «en els turons a l'altra banda del riu» y la compara con los ejércitos de Napoléon: «Ejército no del todo hecho todavía. Pero que está llamado -si quiere, si se niega a entrar en el juego de la mezquindad- a empresas realmente dignas de ser vividas: está llamado a construir un país alegremente, esperanzadamente y duramente, y a transmitir un mensaje de alcance universal».
Si no fuera porque conocemos la identidad del autor, uno podría pensar en un epígono joseantoniano versión catalana o el discurso de la Revolución Nacional de Pétain; también en el paralelismo entre la terminología nacionalista de matriz orsiana y el falangismo: lo demostró el historiador Enric Ucelay-Da Cal en 'El imperialismo catalán' (Edhasa, 2004).
El canon de Pujol congrega a Péguy, Saint-Exupéry, Faulkner, Kazantzaki, Van der Meersch, Steinbeck, Jünger, Malraux, Brecht, Hamsum, Fallada, Hemingway y D'Annunzio (en la carta inédita aparece también Pound). «El que escribe» los denomina «maestros de energía». Las fobias afloran en estos papeles carcelarios. Reprocha a Francesc Pujols que pasara de ser una «figura positiva» que quería conducir a Cataluña por «caminos magnánimos» al periodismo pornográfico de la revista Papitu.
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Al leer la revista 'Información Comercial Española', febrero de 1962 Pujol se ensaña con Josep Pla por el artículo 'Cataluña, dialéctica y pactista'. Le molesta que el ampurdanés aluda a la división entre los catalanes y ponga como ejemplo las trifulcas entre «nyerros» y «cadells». La andanada de alguien como Pujol, que sustentó la identidad catalana sobre la falsificación histórica, es cruel: «Saber un poco de Historia es a menudo peor que no saber nada». La visión que aporta Pla de Cataluña se le antoja «mutilada y triste». Conforta, eso sí, el reconocimiento por «el que escribe» de que el catalanismo de derecha católico «desciende en línea recta del carlismo catalán»: lo hemos visto en el procés, aunque los secesionistas se disfrazaran de revolucionarios y progresistas.
En los fragmentos que no vieron la luz en 1978 -la ya mencionada 'Carta al senyor X'- Pujol acaba de revelar la semilla autoritaria y nacionalcatólica de su movimiento político.
Frente a las tendencias «abandonistas y aburguesadas» y el relativismo afirma que «el vitalismo y voluntarismo; el dogmatismo y el mesianismo, la filosofía y la poesía de la acción- del fascismo (y también del comunismo) forzosamente había de encontrar audiencia en extensos sectores de la mejor y más generosa juventud europea», aunque no pretende ensalzar el aspecto político, social o económico de esas ideologías totalitarias «sino al espiritual».
Pujol se confiesa lector de Carrefour, semanario democristiano que, como señalaba en La Vanguardia Josep Maria Ruiz Simon, pasó del gaullismo a la lectura predilecta de la gente de la OAS cuando De Gaulle aceptó la autodeterminación de Argelia. Concluye Ruiz Simon, acerca de aquellos escritos de prisión: «Tanto en su retórica como en su contenido muestran el alineamiento del joven Pujol con las corrientes ultranacionalistas europeas que, además de oponerse a la descolonización envolviéndose con la bandera de una nueva resistencia, estaban inmersos en un proceso de rearme intelectual donde el culto a la juventud y la exaltación de las virtudes militares confluían con la reivindicación de los intelectuales afines a los regímenes perdedores en la última guerra mundial».
Tanto rearme espiritual, tantos maestros de energía, tanto frente de juventudes, tantas lecciones de moral para crear un régimen clientelar, promover una juventud funcionarial y acabar tiznado por la corrupción.
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