Santi Tugores, el último mosso en dibujar a mano las mil caras del mal

El esbozo cobra vida, solo con lápiz y un papel que se interpone entre quien trata de recordar los rasgos del delincuente y el retratista. La goma, cerca, pero el cabo Tugores precisa que pocas veces la ha empleado. Cada maestrillo tiene su librillo, apostilla. A los pies de la cama de un hombre que se debatía entre la vida y la muerte en un hospital; con una niña de 7 años, o una víctima sordomuda cuya madre ejercía de intérprete, son tres de los casos que recuerda como más complejos. La cara b de una tarea con gran carga emocional. Plasmó sus recuerdos en papel para tratar de localizar a quienes les habían atacado. En ocasiones, el resultado, erizaba la piel de las víctimas. Buena señal para el retratista. «Personas que han acabado la declaración llorando o diciendo 'sácamelo de delante'» al ver en un folio la cara de su agresor, explica.

Con Tugores, que acaba de retirarse, se acaba el esbozar a mano las mil caras del mal en la Policía catalana, herramienta que él mismo impulsó. «Quizá a los que se hacen en digital se les llaman retratos robot porque les falta vida», desliza. Del rudimentario 'identikit', con centenares de plantillas de ojos, bocas y narices, pasaron a un sistema –Facette– que permite hacer lo mismo, pero con un ordenador. El cabo prefirió siempre el lápiz y el papel. «Un retrato robot no es un cuadro de Rembrandt, hablamos de unos rasgos físicos que permiten dar forma a una cara», precisa el dibujante, para asegurar que no es tan complejo como parece. ¿Cómo saber si alguien miente en su descripción? «No tenemos polígrafo y no somos psicólogos, pero a veces sí detectas incongruencias en un testimonio que te indican que el grado de fiabilidad es bajo». Si la duración es inferior a media hora o la persona no corrige al retratista en ningún momento...mala señal.

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Al igual que la fotografía digital sustituyó a la analógica, el retrato –«artesanía pura», en palabras de Tugores– «cayó en desuso». «No quiere decir que ya no se haga», pero es minoritario. Una herramienta a la que recurren los investigadores cuando se encuentran en vía muerta. En ocasiones, demasiado tarde.

La mayoría de veces sirven para identificar a agresores sexuales, pero también a ladrones y asesinos. Así ocurrió con el crimen de Santaló  (Barcelona), cuando una mujer se fijó en cómo un individuo se deshacía de un pasamontañas, a plena luz del día, en una papelera. El gesto le chocó, y fue precisamente este testimonio el que permitió elaborar un dibujo del sicario que mató a Félix Martínez Touriño en 2009. ¿El resultado? Sí, el retrato calcó el rostro del asesino a sueldo.