SHambhala
Vayan a Los Olivos
Escuelas de yoga, bares de infusiones, restaurantes vegetarianos, clases de dibujo y hasta talleres de cocina. Mirad si podéis hacer cosas sin tener que venir a jodernos el pletórico esplendor de nuestros mediodías
Barcelona
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Iniciar sesiónLa Roser de Agreste estuvo unos días de luto haciéndose la indignada con todo el que iba al restaurante por el artículo que le escribí diciéndole que era una pesada, que en su afectada lentitud a la hora de hablar estaba el origen del ... Tercer Mundo, y que desmerece con yoga moral el trabajo de su marido. Su marido, Fabio, en lugar de reaccionar como un hombre, y como el hombre italiano que es, protegiendo su negocio y poniendo orden en su casa, en su restaurante y en su familia, se comportó como un catalán calzonazos de toda la vida y se hizo la víctima, dejando claro que el talento no tiene nada que ver con el talento ni con la dignidad. Los días siguientes a la publicación de mi artículo, Agreste todo él menstruó doliente y caudaloso, y no había compresas en Barcelona para drenar aquella sangría, y aquel deprimente pasacalle como de las hermanas Catafalco sólo hizo que darme aún más la razón en lo que amablemente escribí.
Sin embargo he de reconocer que la Roser no es la peor esposa de chef que recibe en un restaurante de Barcelona. Es nefasta. Es terrible. Pero hay una peor y es María Escobar, la esposa de Ezequiel Devoto, más que correcto chef del restaurante Los Olivos. No hay mujer más coñazo en el mundo. Si quieres volverte a enamorar de tu esposa invítala a Los Olivos, aguanta las chapas de María y te darás cuenta de que en el fondo no elegiste tan mal. María Escobar es la detallada explicación de la violencia pasiva que las mujeres ejercen contra los hombres, es el mapa de nuestro desespero, de lo incomprendidos y angustiados que tantas veces nos sentimos. María Escobar es el grito íntimo que tantos hombres tenemos que sofocar para pedir a nuestras mujeres que por compasión se callen. Que hagan lo que les plazca, que gasten si quieren el presupuesto de un año en un día, pero que por el amor de Dios detengan su inútil, vacía, abrumadora verborrea. María Escobar es el pasivo acumulado de todos los maridos del mundo.
Es algo tan grotesco, tan exagerado, tan fuera de cualquier medida y de cualquier parámetro, que les animo a que vayan y tengan esta experiencia única en el mundo. Un hombre capaz de aguantar a María Escobar sin quemar Los Olivos con ella dentro merece un certificado de excelencia feminista porque con semejante temple es imposible que reaccione mal ante cualquier otra mujer, por malicia indígena que tenga. Sobrevivir sin homicidio a un almuerzo servido por María asegura que eres un hombre con un autocontrol y con un conocimiento de ti mismo digno de ser estudiado en las mejores universidades americanas. No pido que me crean. Entiendo que lean este artículo y lo consideren una exageración de articulista que ha tenido un mal día.
Por lo tanto encarecidamente les pido que vayan a Los Olivos. Es muy importante que vayan a Los Olivos y se den cuenta de lo lejos que puede llegar la capacidad destructiva de una mujer. Es importante que lo vean los hombres pero también las demás mujeres. Es importante que los hombres se sientan comprendidos en el devastador horror pero también es fundamental que las mujeres se vean reflejadas en el espejo de María y entiendan cómo a veces nos hacen sentir con su incontinencia.
Sobre todo de las tragedias es de lo que hemos de aprender. No podemos dejar que casos tan dramáticos como el de María Escobar nos desmoralicen. Tenemos que sufrirlos, tenemos que extraer las valiosas enseñanzas y aprovecharlas para ser mejores. Háganme el favor de ir a Los Olivos y asistan al insólito desparrame de palabras y frases y conceptos que nada significan y que nunca se terminan y que en modo alguno ayudan a comprender ni a disfrutar cada plato y hacen que lo aburras antes de haber empezado.
Y cuando al final del suplicio la propia María les presente una factura de 350 euros por dos personas piensen, al pagarla, todo lo que hemos padecido los hombres de buena voluntad que solo queríamos ver una película en paz o ir a cenar al restaurante de un buen chef argentino. Piensen cuando paguen esa fortuna la cantidad de dinero que los hombres hemos enterrado para sufrir tormentos parecidos -aunque es verdad que nunca tan al límite- que ni merecíamos ni habíamos provocado. Tal como Shakespeare lleva a sus personajes al extremo para que todo el mundo entienda los sentimientos y la moral, María Escobar es el último salto de la feminidad en el que se entiende el dolor atroz de cualquier hombre casado.
Yo nunca pienso volver -salvo divorcio mediante- a esa casa, pero los lectores de ABC merecen vivir la experiencia y poderla contrastar con el artículo. Una vez cada tantos años, los lectores tienen que poner a prueba la sagacidad de sus articulistas y comprobar si aún continuamos lúcidos o ya nos perdimos en nuestro insondable océano de fobias y filias. Renovemos esta confianza entre ustedes y yo en Los Olivos. Lo siento por el precio porque es altísimo e inmerecido. Ni siquiera con María en silencio merecería la pena pagar tanto dinero.
Será mi última venganza con María. Nunca sabrás si los clientes de esta noche han acudido porque tienen ganas de probar los buenos platos de tu marido o por ver cómo los destruyes con tu impresentable palabrería. Nunca más sabrás si este señor ha leído la referencia del restaurante en cualquier guía o ha leído este artículo y quiere comprobar cómo de humillante puede ser pagar cientos de euros para que le trituren el cerebro y de su alma hagan picadillo.
También jueces y fiscales tendrían que acudir a Los Olivos para juzgar en el futuro con más criterio, conocimiento y prudencia a los hombres acusados de violencia psicológica contra las mujeres. Si quieren saber qué es violencia psicológica pasen tres horas con María. Si quieren saber qué es sentirse impotente ante el alud, atiendan una explicación de cinco minutos para un plato que se come en 30 segundos. Si quieren vivir lo que es no poder tener una conversación ordenada y decente con la persona que han ido a comer, reserven mesa en Los Olivos.
La pobre Roser parece una broma al lado de María. La Roser es sólo el origen del Tercer Mundo pero María es su minuciosa implantación territorial con todas sus tiranías. Lo ideal sería que las dos se unieran para abrir una escuela de yoga y que dejaran en paz a sus maridos y a sus clientes, que tenemos derecho a comer, a reír y a pagar sin que nos interrumpan y sin que nos insulten. Escuelas de yoga, bares de infusiones, restaurantes vegetarianos, clases de dibujo y hasta talleres de cocina. Mirad si podéis hacer cosas sin tener que venir a jodernos el pletórico esplendor de nuestros mediodías.
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