todo irá bien

Rovira no regresa a Cataluña, vuelve al pueblo unos días

Junqueras confunde a los periodistas de ABC con obreros de la construcción y les cuenta que Rovira «lo tiene hecho con Illa»

Artículos de Salvador Sostres en ABC

Marta Rovira junto Oriol Junqueras en Cantallops (Gerona) EP

Lo más político del regreso de la señora Rovira a España fue que tres periodistas de ABC, se acercaron al pueblo de Cantallops para recibirla. Fuimos lo más vanguardista, disruptivo y rompedor, la única expresión no rural del evento. De hecho había tan poco público ... que casi éramos mayoría. La señora Rovira no regresó a Cataluña: volvió al pueblo y sólo a pasar unos días de vacaciones, porque por lo que sabemos tiene decidido fijar su residencia en Suiza. Y exactamente así fue recibida: en la casi intimidad, en el folklore vecinal, lo mismo que si hubiera regresado un mozo de la mili.

Sólo la tramontana pudo animar un tan descafeinado encuentro, sin ninguna tensión política ni interés patriótico que fuera más allá de cuatro banderas -una de cada sensibilidad- y de la representación de perfil bajo de los partidos independentistas: Turull y Rius de Junts y Carles Riera y Eulàlia Reguant de la CUP, que en las horas previas a la llegada de Rovira paseaba por las calles en silencio de Cantallops hablando por su teléfono móvil a grito pelado como aquellos abuelos que creían que por estar en un pueblo tenían que gritar para que les oyeran desde Barcelona.

También en estos momentos previos a la llegada, mi querido Daniel Tercero y yo nos cruzamos con Oriol Junqueras en un camino sin asfaltar, y porque íbamos vestidos con las mismas tonalidades de azul y verde nos confundió al principio con obreros de la construcción y nos preguntó si podía pasar por ahí. Al vernos un poco más de cerca nos reconoció y nos saludó muy amablemente. Le preguntamos si no estaba enfadado con Rovira tras las últimas noticias conocidas sobre la guerra interna de Esquerra y con ese aire tranquilo y suave que a veces tiene cuando habla nos dijo «pero por qué tienen que hacerlo, por qué tienen que montar estructuras paralelas si yo siempre le he dejado hacer en el partido». Se le notaba triste pero seguro de que iba a ganar el congreso de diciembre para ser el próximo presidente de Esquerra.

Sobre el Ayuntamiento de Barcelona apeló al sentido común para responder que tener la mitad es mejor que no tener nada y que le extraña la férrea oposición mostrada por la señora Rovira al pacto con el alcalde socialista Collboni, «cuando ella tiene ya hecho el pacto hecho con Illa».

Marta Rovira convirtió en una cuestión personal un acto que podía haber sido de reivindicación colectiva. Es esa tribu de fondo con que Esquerra todo lo banaliza. La supuesta nación catalana no compareció en ningún momento de la rupestre mañana, sepultada por la incontinencia verbal de la líder republicana y sus peculiares acompañantes, todos como si llegaran de excursión, muy mal presentados demasiado preocupados por sus propias circunstancias como para elevar la anécdota a categoría y ya no digamos a articulación política, como ha quedado demostrado en la derrota por desunión y autodestrucción de Esquerra, concretamente y en general del independentismo.

La propia Rovira en su discurso dejó rastro de la provincia infinita. Dijo haber soñado en aquel instante, pero que le había llegado de repente, que no tenía nada preparado para decir. Rota y descentrada, parecía Marta y sus labores mucho más que la dirigente que ha de fundar la República. Las vacas no comparecieron en el acto pero se presentían en todos los discursos. Todo era lugareño, nada tenía vocación universal ni por lo menos mayoritaria.

El retorno catalán más importante fue el de Josep Tarradellas con la recuperación de la democracia. Volvió en avión y no en utilitario. Llegó a Barcelona y no a un pueblo de La Junquera, como si se hubiera escapado como cuando se marchó, esta vez montañas a través como los emboscados o los bandoleros. Y apareció en el balcón del palacio de la Generalitat y no en una cuestecita de remoto pueblo, y precisamente porque había soñado mucho en aquel instante supo perfectamente lo que decir y aquellas seis palabras las recordaremos todos para siempre.

Marta Rovira se marchó del acto con el periodista de Nació Digital, Ferran Casas, por si faltaba alguna afectación por explotar todavía.

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