shambhala
El padre de Claudia
El padre de Izaskun. El padre de Claudia. El padre de Maria. Los tres a nuestra manera y en nuestra época hemos procurado ser unos buenos padres
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Iniciar sesiónEn el aeropuerto de Barcelona camino de Ibiza me encuentro una reportera de Telecinco, algo desanimada por el cansancio de todo el día y el retraso considerable del vuelo. Es una reportera que responde al esquema de chica alta, rubia y bonita, y a pesar ... de los tiempos y de las tormentas es lo que pienso. Por motivos que nada tienen que ver con lo obvio empezamos a hablar. De Ibiza, de los reportajes que va a hacer sobre las campeonas del mundo, que se han tomado allí unos días de vacación. La conversación se vuelve interesante con algunas confidencias inesperadas y empiezo a escribir mentalmente este artículo, siempre con la idea que tendré que insistir en que no quiera verse entre líneas ninguna procacidad. Yo soy uno que vive ya instalado en su fase postsexual, he de confesar que más que por la estupefacción que por la edad. «Me llamo Claudia Raymat», me dice, 24 años.
Recibe Claudia muchos whatsapps y muy seguidos y los contesta con una sonrisa y cuando lleva ya unos cuantos hay uno que no se da cuenta de que le ha llegado y le digo: «Te ha vuelto a escribir tu novio», dando por descontado, por la frecuencia de los mensajes y la cara de contenta que pone al recibirlos y contestarlos que será alguien emocionante. No es mi novio, es mi padre, me contesta y por un instante intento imaginarme esta misma cara en mi hija cuando pasen los años y me pregunto si aún le hará ilusión recibir mis mensajes. Claudia piensa que no me creo lo de su padre y me enseña el grupo de WhatsApp que tiene con su familia. Y es en verdad una conversación mucho más emocionante que cualquier novio. Su padre la felicita por cada una de sus intervenciones. Lo bien que ha estado, lo guapa que está con la ropa o el maquillaje. Si ella les dice que se siente cansada, ellos le responden con mensajes de ánimo y se interesan por cuál será su próximo cometido. Es lo que intento hacer con Maria: no sé si soy un buen padre pero he procurado estar siempre cerca para que sintiera lo mucho que me importa cada cosa que hace. Lo orgulloso que estoy de ella, de sus intentos aunque sean fallidos y de sus proezas.
Leo aún algunos mensajes más del grupo familiar de Claudia y me viene al recuerdo la historia de Izaskun, una vecina a la que queríamos mucho todos los chicos de la escalera. Su hermano dijo que quería estudiar Esade y su padre accedió feliz, eufórico. Cuando ella pidió lo mismo, su padre objetó que no tenía ningún sentido que le hiciera gastar tan notable cantidad de dinero para acabar siendo madre y quedándose en casa a cuidar de sus hijos. Izaskun nos lo contó y nos unimos en delegación para ir a ver a su padre y le explicamos que nos parecía machista e injusta su decisión y le pedimos que la cambiara. El padre, que era y es un hombre fantástico, nos hizo caso y procedió con su niña exactamente igual que había procedido con su varón. Al cabo de pocos años, Izaskun se casó y además con uno de los vecinos que habíamos ido a protestar, tuvo tres hijos y efectivamente decidió no trabajar para quedarse en casa y cuidarlos. Sin llegar a hacer sangre, ni ninguna ostentación humillante, el padre solía reír al recordar que él siempre tuvo razón y que nuestras buenas intenciones estaban equivocadas. Ni siquiera su hija, algo amedrentada y como avergonzada de sí misma, se atrevía a llevarle la contraria. Bien, pasaron más años e Izaskun se separó y los negocios del padre empezaron a ir mal. No por negligencia sino porque el hombre se había hecho mayor y no dominaba las técnicas modernas del mercado. Y quizá porque siempre la historia usa nuestros defectos para cerrarse, o tal vez porque Dios nos quiere más de lo que llegamos a entender, y el Cielo guarda un lugar para los que rezan, fue precisamente Izaskun, gracias a sus estudios en Esade, que había ido actualizando con distintos másters, quien pudo acudir al rescate de la empresa familiar, hoy felizmente reflotada. Hay que decir que mi antigua amiga nunca desde entonces le ha reprochado a su padre que dudara en pagarle la carrera, ni las bromas que hacía cuando se quedó en casa con sus hijos, y siempre le ha agradecido el maravilloso padre y referente que para ella ha sido. Pero yo sé lo insegura que durante muchos años se ha sentido, lo absurda, lo inútil. Yo sé cómo influyó la mirada primera de su padre sobre su vida, y aunque nunca se lo haya reprochado, por su extraordinaria bondad, tampoco nunca ha podido dejar de sentir aquella primera sensación de hostilidad, sólo corregida con el tiempo por haber podido salvar la empresa familiar.
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El padre de Izaskun. El padre de Claudia. El padre de Maria. Los tres a nuestra manera y en nuestra época hemos procurado ser unos buenos padres. Parece mejor el padre de Claudia que el de Izaskun, pero entre la protesta vecinal y el vuelo a Ibiza han pasado 30 años y quién sabe qué artículo podrá escribir sobre mí un amigo de Maria cuando pueda contrastar mi modo de educar con el modo en que en un futuro no tan lejano se educará a los niños. Yo creía que estaba hablando con una reportera rosa, alta y rubia y estaba hablando con la hija afortunada de un padre que la adora y he podido ver sus reportajes y leer sus artículos y son sin duda buenos más allá de cualquier estereotipo. Supongo que su padre tampoco está seguro de acertar en todos sus consejos o decisiones, pero cada día se preocupa de saber qué hace su hija y cómo y cuándo; y a pesar de vivir a cientos de kilómetros de distancia le hace saber que está incondicionalmente a su lado. La cara de Claudia se ilumina al recibir sus mensajes.
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