shambhala
Por qué te interesa el arte
Dejemos que nos lleve alguien que pueda limpiarnos de nostalgia y prejuicios. Confiemos en la inteligencia, en la mejor preparación, en la intuición del que tiene más luz, en lugar de buscarle los defectos o la presunción de lo que podría ir mal
Artículos de Salvador Sostres en ABC

Héctor Civera Busquets tiene 17 años y quiere ser director de cine pero «mientras me forme quiero vender drogas». Su vocación es el teatro y el cine pero por razones familiares ha ido acumulando durante su corta vida amplios conocimientos artísticos y tiene relación ... con los galeristas más importantes de Barcelona y con las familias de los grandes artistas, como Tàpies y Miró, entre otros. No es que esté bien «por tener su edad». No hace falta, sobre todo si no se quiere hacer el ridículo, perdonarle la vida. Héctor tiene una mezcla de mala leche, contactos, cultura e intuición que le convierten en el mejor consejero posible para comprar arte catalán.
Su madurez conversativa no guarda proporción con la edad que tiene. Sí que administra como un joven –es decir, sin contemplaciones– el talento que le ha sido concedido, pero la capacidad de poner en relación las cosas que sabe y detectar las trampas y las lagunas de su interlocutor son una exhibición de inteligencia contra la que competir es arriesgar demasiado si está entre tus objetivos acabar de tener un buen día.
Cataluña es un país destruido, como cualquiera que ha pasado una guerra y la ha perdido. La sociedad catalana está rota y tanto los que fomentaron el golpe, y que se han quedado sin ilusión por levantarse cada día y sin excusa colectiva para justificar su mediocridad personal, como los que por desidia, cálculo o miedo lo permitieron, están desautorizados por la Historia y aunque por fuera disimulen por dentro acuden a cada conversación con la sensación del impotente que ve en cada respuesta de los demás una agresividad amenazante y su masculinidad cuestionada.
Por lo tanto, la generación del proceso independentista, y no sólo la generación política, no sirve. Queriéndose alzar, nada alcanzaron. La demolición ha sido absoluta y si parece que algo queda es porque las ruinas no han sido todavía del todo retiradas. Ser catalán por las raíces se ha convertido en un mal fario. Nos queda el aire y no podemos traicionarlo.
Era previsible que a la sombra de tantos años, y tan mal presentados, y tratados con tan poco respeto, algunos niños no del todo estropeados, salvados por la Gracia o por casualidad del holocausto, tuvieran otras ambiciones, y en el silencio y en la indiferencia de una sociedad ensimismada en sus bobadas, aprovecharan el tiempo para aprender lo que nadie sabía, y aprenderlo rápido y sin competencia, mientras sus coetáneos agonizaban en el delirio.
Es lo que hizo Héctor, pensar mucho. Pelearse con todo. No dar nada por seguro sin haber intentado destruirlo. El cepo firme en la tormenta. Tomar decisiones aunque tomarlas le desfigurara. Asistir a la degradación de lo que se hundía y ser de lo poco que quedara en pie. Héctor es el que ha nacido mientras todo se derrumbaba y de un lado tiene la visión que le dan sus virtudes y de la otra la dureza de haber visto caer todos los imperios: los políticos, los sociales, los familiares. Lo que cae nos condena a la intemperie pero nos da a la vez, aunque no sea un consuelo, mucha información sobre cómo las cosas y las personas se rompen: es útil para detectar la farsa y comercializarla.
Héctor no sólo sabe más de arte que tú sino que ha entendido por qué te has interesado por el arte. Sabe ver tu inquietud, tu ansia, tu necesidad. Sabe ver esa idea tan catalana, y tan miserable, de que el Paraíso es tu buena naturaleza. Sabe que a pesar de tu fracaso todavía intentas construir sobre lo torcido. Ve lo que intentas tapar y desde esta comprensión profunda va a tranquilizarte y ayudarte. Esta adultez catalana, perdedora y desorientada, necesita que alguien muy joven la abrace y la separe de su toxicidad. Estos hombres catalanes humillados necesitan que los separen de su melancolía, tan perniciosa, una refundación para dejar de revivir la derrota en todo lo que son y hacen; y hacer cosas mejores.
Claro que el arte catalán tiene buenos artistas y buenas obras pero hay que empezar a pensar, sino desde la victoria, por lo menos no desde la derrota acumulada. Héctor ha llegado a tu vida a levantar capas de resentimiento e incomprensión y a traer el alba a rincones donde no había llegado. Cualquier conversación decente sobre arte en Barcelona ha de tenerse por lo menos con Héctor. Por lo menos con alguien cuya formación no depende de las tinieblas del complejo. Por lo menos con alguien que no tiene manchadas las manos de derrota. Por lo menos con alguien que es verdad que cuando te conozca te va a arrasar pero que luego te tomará de la mano y te ayudará a emerger de tu extravío.
Por eso dice Héctor que mientras se prepara para ser director de cine quiere dedicarse unos años a «vender drogas»: porque es consciente de la enfermedad y de que las mentes cerradas no hacen ningún bien al imperio; y al no estar él embrutecido por la miseria local, no administra su superioridad con cinismo, ni para herir a los demás, sino para propagar el progreso y la esperanza que van naturalmente unidos a las personas de buena voluntad. Héctor encarna la idea de Ezra Pound de que la honestidad y las buenas maneras surgen de los hombres que saben hacer bien su oficio, y ahí está él para ayudarte en tu esfuerzo por ser libre. El corazón de un hombre honrado reclama un plan de estudios sensato, y ahí está él para ordenarte y hacerte comprender. Hay un poema de Kavafis sobre la madre de un marino que va a rezar para que su hijo tenga una buena travesía y vuelva pronto a casa. «La icona escucha, seria y triste, sabiendo que nunca volverá el hijo que la madre espera». Héctor sabe que tu yo herido no va a recuperarse y morirá, y tú también lo sabes aunque te resistas a declararte cadáver. Pero a diferencia de ti, Héctor confía en tu yo sano porque cree que es la higiene, la razón y el buen gusto lo que salvan a un hombre, y no raspar hierro de la punta de una aguja, ni los gandules que no labran, ni las mujeres que no tejen. Héctor sabe plantar en la estación adecuada para que tengan árboles tus gusanos de seda.
Una vez alisado el terreno y calmados los ánimos es tiempo para que los catalanes vuelvan a crecer en la tensión expeditiva. No es que el pasado no sirva nada pero hay que levantar la sábana al fantasma. Hay que fijarse en lo emergente, en lo que puede conducir a otros errores pero al menos distintos de los que ya cometimos. El arte es la élite de la vida y la élite no puede estar cansada ni triste. La élite no puede ser cínica ni corrupta. La mejora en la articulación política depende del paso del tiempo y su decantación. Primero viene volver a tener una relación adecuada con tu ocio, con tus drogas. Dejemos que nos lleve alguien que pueda limpiarnos de nostalgia y prejuicios. Confiemos en la inteligencia, en la mejor preparación, en la intuición del que tiene más luz, en lugar de buscarle los defectos o la presunción de lo que podría ir mal. Ha ido todo tan mal siguiendo tus pasos que lo mejor que se puede decir de un catalán es «éste acaba de empezar y nadie sabe quién es».
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