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González y yo nos despedimos de Via Veneto

Su voluntad de servicio fue siempre sincera, la otra cara de la moneda de este folklore moderno en el que permanecen los uniformes y la gesticulación pero vaciados de contenido, para dar el pego ante los turistas pero escatimarles lo esencial

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González, en el centro, el día de su despedida abc
Salvador Sostres

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Luis González ha sido uno de los grandes camareros de Via Veneto. Sin ninguna otra universidad que la del señor Monje y sin otra técnica que la de ponerse al servicio de sus clientes, una ciudad agradecida se despide de él en su jubilación. ... González era uno de los nuestros. Estuvo siempre ahí, para lo que quisiéramos. Siempre una palabra amable, nunca una mala cara. Cuando se quedaba de retén y nos servía hasta bien entrada la madrugada, todas las copas eran como la primera y nunca nos dio prisa o hizo ruidos con la boca o con las puertas como presión para que nos marcháramos. González fue la vieja escuela para un mundo viejo en el que Via Veneto se afirma y tiene sentido. Su voluntad de servicio fue siempre sincera, la otra cara de la moneda de este folklore moderno en el que permanecen los uniformes y la gesticulación pero vaciados de contenido, para dar el pego ante los turistas pero escatimarles lo esencial, lo profundo porque es demasiado esfuerzo y ya no hay ganas ni esa dignidad última de un hombre que está orgulloso de lo bien que hace su trabajo.

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