Escribir el obituario de Pujol
El nacionalismo, como cualquier populismo, depende mucho más de la mezquindad que esencialmente es, que del signo concreto que en cada caso tenga
Barcelona
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Iniciar sesiónDediqué la noche del lunes a escribir el obituario de Jordi Pujol por si se nos moría de madrugada. De momento el Señor no le ha llamado. Le ha mandado un whatsapp pero lo que es la llamada no se ha producido aún. Pero hay ... algo previo muy importante cuando piensas en su muerte, y por lo tanto en su vida: y es que ABC y cualquier otro periódico de Madrid vamos ser con él mucho más generoso de lo que fueron el partido que fundó y su heredero, Artur Mas, por no hablar de los periódicos catalanes y del grueso de los votantes independentistas. El nacionalismo, como cualquier populismo, depende mucho más de la mezquindad que esencialmente es, que del signo concreto que en cada caso tenga, y con Pujol no hubo excepción y destrozó su prestigio y hasta su dignidad.
Esto es el nacionalismo. Esa apelación a la causa por encima de la verdad, a lo emocional hasta que ahoga la razón, al gentío que pisotea la Ley, al nosotros incondicional que rompe los cristales de los méritos individuales. Ese tumulto gritón que niega el significado a la palabra bien dicha, esa excursión que maldice años de arquitectura, diseño y sofisticación, esa naturaleza salvaje que trata de borrar las huellas del hombre culto para poderlo aniquilar sin dejar testigos. Todo esto, que Pujol promulgó, fue también lo que usaron los suyos para desahuciarlo, lincharlo y ningunearlo, cuando el presidente pudo ser muchas cosas, y muchas de ellas a la vez, pero seguro que no fue un don nadie.
Escribir el obituario de Pujol es rescatarlo del oprobio al que le condenaron los suyos con las armas que él puso en ondulación. Hay algo de profunda tristeza por un trato humillante que no merece. Pero hay también algo de fábula moral intimísima, ajustada y letal en la metáfora de su hundimiento.
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