shambhala
Lo que acaba pasando
Juli Guiu le ha amargado la vida a Martín Pérez intentado quedarse con todos los festivales que ha creado
Guirnaldas en la burbuja (12/04/2023)
Barcelona
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Iniciar sesiónEscribí hace meses –ya más de un año– que Juli Guiu iba a arrebatarle el Festival de Pedralbes a Martín Pérez y el señor Guiu se enfadó mucho y me puso una querella a través de su abogado, Francesc Jufresa. Yo no ... conocía a Jufresa, pese a que 15 años atrás fue el letrado que eligió el entonces presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, para también querellarse contra mí por un artículo en el que le exigí que aclarara si era alcohólico, porque por tener un cargo público, cualquier condición que afectara a sus capacidades dejaba de ser privada para ser del interés de todos. Cuando se supo que el ya expresidente sufría alzheimer, le mandé una carta lamentando la enfermedad y diciéndole que me apenaba el desencuentro que habíamos tenido. Jufresa fue muy amable, llamó a mi abogado, que entonces era Javier Melero, y con una conversación que tuvimos Maragall y yo, a solas en el juzgado, quedó resuelto el problema y la fórmula más práctica que los dos letrados hallaron para poner fin al proceso judicial fue el «perdón» del «ofendido». Lo pongo entre comillas no por burlarme o relativizar, sino para subrayar que fue la terminología jurídica que se acordó.
Unos días antes de Semana Santa se celebró la vista previa por la querella que me interpuso Juli Guiu. El señor Guiu no acudió –no tenía que hacerlo– y estuvimos el juez, la secretaria judicial, el abogado de Vocento y Francesc Jufresa. El juez me interrogó duro pero dejándome margen para explicarme, fue un interrogatorio largo, detallado, que me obligó a estar absolutamente concentrado para poder dar respuestas lógicas y satisfactorias, que explicaran con claridad mi modo de obtener la información y de escribir luego los artículos. Era un juicio por calumnias, pero en el fondo era un juicio sobre mí, sobre cómo me relacionaba con la escritura. Responder a las preguntas del juez me provocó una mezcla de tensión y de placer, de miedo escénico y de liberación. Acabé contándole alguna intimidad que no recuerdo haber contado nunca antes a nadie.
Luego fue el turno del señor Jufresa, que me interrogó igual de duro pero sin dejarme hablar demasiado. Además de estar concentrado, tuve que hacer fuerza. Fue un interrogatorio hábil, brillante, con trampas bien puestas, que trataba de hacerme decir lo que no quería decir –por inexacto– aunque entiendo que mis artículos se pudieran interpretar en el sentido que proponía el letrado. Jufresa me dejó agotado, fundido, pero aunque como era su deber fue a cazarme, me sentí bien en el combate. Fue algo mejor que sentirme bien: fue un honor que me interrogara, aprendí de sus modos, y aunque un juicio es algo siempre muy delicado, y que a me causa toda clase de disgustos, pensé que aquella hora con él era algo que para siempre iba a acompañarme.
A la salida, hablamos más relajados. Yo le dije que no le veía mucho sentido a continuar con una querella por haber escrito lo que al final había pasado, y Jufresa me hizo ver que el problema no era tanto ése como que el señor Guiu interpretaba que en mis artículos le imputaba hechos delictivos. He vuelto a leerlos con cuidado, todos, y no creo que le acuse de ningún delito, pero una vez más, como en el interrogatorio, entiendo que alguien –y en particular el afectado– haya podido interpretarlo así. Para alejar la sombra de cualquier duda, digo que nunca ha estado en mi ánimo acusar al señor Guiu de ningún hecho delictivo, ni en la forma ni el fondo.
Pienso que le ha amargado la vida a Martín Pérez intentado quedarse con todos los festivales que ha creado, y pienso que el Govern ha puesto unas condiciones para la nueva adjudicación del Festival de Pedralbes que perjudican a festivales de alta calidad artística como los que el señor Pérez propone, y que benefician a empresas más potentes económicamente y menos ambiciosas en el terreno artístico como la del señor Guiu. Pienso que esto es así y que está mal. Muy mal por parte de un Govern y de una Generalitat que se supone que tienen en la Cultura una de sus más elevadas prioridades. El Govern ha sido y es un desastre en la adjudicación de este Festival. El señor Pérez había hecho durante 10 años un magnífico trabajo y es una canallada política y moral que no sólo no se favoreciera su continuidad sino que las bases del nuevo concurso prácticamente la descartaran. Pero con la misma contundencia digo que de ahí a atribuirle al señor Guiu la comisión de un delito, va un camino que ni he recorrido ni he querido recorrer, y acepto por lo tanto la petición del señor Jufresa de dejarlo claro.
Martín Pérez intentó hasta el último momento salvar el emplazamiento de su festival. En un intento desesperado, mandó a sus hijos a casa del señor Guiu, que los recibió y escuchó, y luego dijo a amigos comunes que le habían conmovido, y que daría su respuesta tras pensarlo el fin de semana. La respuesta fue que iba a quedarse con el Festival, de modo que la conmoción debió de pasarle rápido.
Una de las preguntas que me hizo el abogado Jufresa es si yo defendía las posiciones del señor Pérez porque era su amigo. Es una pregunta justa, y que merece una respuesta. Yo tengo una buena relación con el señor Pérez, y siento mucho lo que en los últimos años le ha pasado tanto con Pedralbes como con Cap Roig, por la insistencia del señor Guiu de quedarse con sus festivales. Martín, cuando se quedó sin Cap Roig, por decisión de Jaume Giró, sufrió dos ataques al corazón, porque sentía que le habían arrebatado sin motivo la gran obra de su vida. Yo empaticé con Martín, claro que empaticé con él, y me alegré cuando estrenó Pedralbes y todos los años que le ha ido bien. Sin embargo, y para ser del todo exacto en la respuesta de si escribo en su favor por inclinaciones amistosas, he de decir que desde que empecé a vaticinar que el señor Guiu iba a quedarse con Pedralbes, nuestra relación empeoró, porque él creía que de alguna manera mis artículos enfadaban al Govern y que por mi culpa iba a quedarse sin los jardines. Yo traté de explicarle algunas veces que mi trabajo es escribir sobre lo que pasa, y no favorecer una decisión administrativa o la otra; y también que creía que las bases del concurso que iban a poner no dependían de mis artículos –no soy tan importante– y sí de la motivación e inspiración de otras personas mucho más importantes que yo. La conversación no terminó mal, pero tampoco bien, y la relación ha quedado como incómoda, hasta el punto de que aún no he tenido la ocasión de felicitarle por la undécima edición del Festival de Pedralbes –la marca es suya– que, una vez desposeído de los jardines del palacio, va a celebrarse en el Pueblo Español. Ha estado rápido de reflejos con el cambio, Martín, y tengo muchas ganas de volver a ver en directo a mi querido Fito Páez.
Y bien, malentendidos hay siempre, yo preferiría que no los hubiera, y preferiría que el señor Guiu no se hubiera enfadado tanto. De hecho, el día que me llegó la querella –a finales de febrero del año pasado– lo primero que hice fue llamarle, pero estaba tan encendido que todo lo que pude conseguir en aquella conversación es que en algún momento dejara de gritarme y por lo menos nos despidiéramos en un tono de voz menos extemporáneo. Le ofrecí vernos y discutir punto a punto las frases que más le hubieran ofendido, pero no accedió. A través de dos amigos comunes intenté hablar con él y no llegar al extremo judicial. Tampoco hubo manera, y sólo tras la vista con el juez, y gracias a la mediación del señor Jufresa, pudimos más o menos llegar a un acuerdo.
Pero en fin, esto son malentendidos, y menores, aunque las inconveniencias acaben siendo aparatosas. Lo que nunca se entiende mal, es que lo que yo escribo es siempre lo que acaba pasando.
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