Una localidad de Tarragona rechaza estar entre los pueblos más bonitos de España porque no quiere más turistas

El caso, que ha trascendido estos días, tampoco tiene que ver, en principio, con la política pero el revuelo, de momento, ha enfadado a parte de los vecinos con el Ayuntamiento de Cornudella del Monstant, municipio al cual este núcleo agregado pertenece. Su alcalde, Salvador Salvadó, descartó la posibilidad de formar parte de la asociación y con ello, y sin quererlo, abrió la polémica. Tratando de atajarla, reconoce ahora a ABC que no existía propuesta concreta y que simplemente se reunió con la entidad que coordina estos distintivos para conocer su finalidad. «La carpeta quedó sobre la mesa y no se tocó más el tema», comenta.

Con todo, Salvadó tiene claros argumentos para decir 'no' a entrar en la lista. «Lo dicen los estudios locales, de la Diputación de Tarragona y de la Generalitat: Siurana no puede absorber más coches», explica el primer edil, que incide en que, además de no tener literalmente más espacio para acoger a más visitantes, quieren velar por el medio ambiente y no sobreexplotar más la zona. Salvadó menciona también los problemas de comunicaciones. «Nos falla la cobertura de Internet. Con las infraestructuras que tenemos actualmente y sus limitaciones no podemos ofrecer calidad a los visitantes», remarca el alcalde, que ironiza que «suerte que no tenemos setas. Si no esto sería mucho peor…».

«Que venga tanta gente se carga el encanto de Siurana», defiende a ABC uno de sus pocos vecinos, que prefiere no dar su nombre y que confiesa que «si hemos elegido vivir aquí, con sus pros y sus contras, es porque es un sitio bucólico pero últimamente esto se está volviendo demasiado turístico».

La vida, en efecto, en este pueblo idílico tiene sus condicionantes. Como la carretera serpenteante de 8,5 kilómetros hasta llegar al primer pueblo con servicios, Cornudella. O el hecho de que solo exista una tienda, y dedicada exclusivamente a la venta de productos de la zona como miel, vinos o frutos secos o cuatro sitios en los que sirven comidas (también básicamente para los turistas). Más allá de estos negocios, ni colegio ni servicios médicos y constantes problemas de conexiones son los 'handicaps', si es que se pueden decir así, con los que conviven a diario unos 25 vecinos. En temporada alta, juntando los inquilinos de segundas residencias y visitantes que se hospedan allí, pueden llegar al centenar.

El malestar, inciden otros vecinos, no es por pertenecer o no a este club de pueblos con encanto. «Es que no conocemos la propuesta y no se nos ha preguntado antes de dar respuesta», se queja Pau Escriu, que recuerda que, como él, el 85 por ciento de los habitantes de Siurana viven del turismo. Él, que vive allí y es el propietario del Hotel la Siuranella, remarca que los problemas derivados del turismo «se dan en días puntuales y nunca llegan a la noche. Somos tan pequeños que no hay ni casi alojamiento turístico, por lo que a las 20 horas los visitantes ya se han marchado y volvemos a ser un pueblo tranquilo».

Pau aboga por trabajar, con o sin nuevos distintivos, para desecalar el turismo. «Tenemos que evitar que la gente se marche enfadada porque no encuentra sitio para comer. Y tampoco habrá gente que se anime a abrir negocio para llenarlo solo cuatro días al año. El Covid ha sido un 'boom' para el turismo rural pero tenemos que desestacionalizarlo todavía más», sentencia.

El emplazamiento de Siurana, a 737 metros de altura y al límite de un precipicio en la sierra de las montañas de Prades, es único. Históricamente, cuando el pueblo estaba mucho más poblado, llegó a tener poder, ya que era un punto estratégico con un difícil acceso y desde donde se avistaba buena parte de Tarragona.

Por su orografía, el aparcamiento, de hecho, ha sido uno de sus problemas más habituales y, como ocurre en otros sitios populares, era frecuente ver una explanada, como parking improvisado, desbordada de coches, con otros tantos mal aparcados en las cunetas y riadas de visitantes caminando por la carretera. La situación mejoró relativamente hace unos años, cuando gracias a la Diputación de Tarragona se habilitaron dos aparcamientos de pago (3 euros al día) con 200 plazas en total. Pero Siurana es mucho Siurana y todavía ahora quedan llenos cada dos por tres.

A esto no ayuda el atractivo que tiene Siurana para la escalada deportiva. Hasta aquí llegan aventureros de todo el mundo, que encuentran justo en la entrada del pueblo las pistas forestales y caminos por donde acceder a decenas de paredes rocosas famosas por sus más de 800 vías, que requieren de una cierta técnica y que son un sueño hecho realidad para los amantes de este deporte. El colectivo, que habitualmente se mueve en furgonetas y que no pisa para nada el pueblo, también contribuye al colapso de la zona.

Las telecomunicaciones, como remarcan tanto el alcalde como sus vecinos, son el otro bache a sortear. La carretera que lo une con Cornudella, no fue asfaltada hasta 1993, y la electricidad y el teléfono no llegaron a Siurana hasta 1956. En pleno apogeo del 5G, a pesar de estar a menos de una hora de Tarragona, aquí Internet funciona a pedales, y demasiado a menudo a trompicones. Prueba de ello lo han vivido los periodistas que han lo han visitado con motivo de esta polémica: compañeros han pasado horas tratando de buscar señal para enviar imágenes.