El Oasis Catalán

Colonia

Las palabras se evaporan, pero dejan un fuerte aroma inicial, una estela de ese orgullo indisimulado, de preeminencia y superioridad; un rastro que desaparece lentamente

Artículos de Miquel Porta Perales en ABC

Pep Guardiola, entrenador del Manchester City, durante el partido de ayer contra el Southampton REuters

Pep Guardiola continúa orinando colonia. Esta vez en Manchester, a raíz del nombramiento de un alemán como seleccionador nacional de Inglaterra. Pep Guardiola filosofa: «Pasa algo y ese algo en lo que nadie puede intervenir ni hacer nada es elegir el lugar en ... el que uno nace. Papá y mamá deciden en algún momento y nueve meses más tarde llegas aquí, pero tú no lo decides. Yo no decidí ser catalán como ustedes no decidieron ser ingleses, esto es una realidad».

El filósofo catalán concluye. «Sé que estamos orgullosos del sitio en que hemos nacido, pero el mundo es tan grande que hay que ser abiertos de espíritu. Miren lo que pasa en el mundo entero, las guerras, porque se creen unos mejores por el lugar en el que nacieron. Esto pasa en Rusia, Israel. Ucrania, Gaza y en muchos lugares de África. Es terrible. Solo, porque pensamos que somos mejores que el otro y no lo somos». Un buen argumento para aceptar el nombramiento de Thomas Tuchel como seleccionador inglés. 

Pep Guardiola continúa orinando colonia, porque sus palabras recuerdan las máximas que pronunciaba en la propaganda corporativa del Banco de Sabadell: «No hagáis ostentación de muchas de las cosas que tenemos» o «sed discretos y humildes». Una filosofía para todos los públicos.

Llama la atención que quien predica la libertad de movimientos deportivos se quejara de haber acudido a la convocatoria española, porque «las leyes nos decían que teníamos que jugar con la Selección» (2005). Quizá haya cambiado de opinión y hoy, como él mismo dice, «hay que ser abiertos de espíritu», porque pasan muchas cosas en el mundo.

Si tenemos en cuenta que Pep Guardiola –lo reconoce ahora en Manchester- «no decidió ser catalán», alguien podría pensar que sus palabras son una crítica, velada, al supremacismo catalán. No se hagan ilusiones. Su filosofía particular es tan inconsistente y efímera como la fragancia de la colonia. Las palabras se evaporan, pero dejan un fuerte aroma inicial, una estela de ese orgullo indisimulado, de preeminencia y superioridad; un rastro que desaparece lentamente. Como tantas cosas, como tantos lugares.

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