tribuna abierta
Francofonía e hispanofobia
Es sorprendente la fascinación del nacionalismo catalán por lo francés
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Barcelona
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Iniciar sesiónAgustí Calvet, Gaziel, director de 'La Vanguardia' en la década de 1930, siempre cuestionó la actitud meliflua del nacionalismo catalán con relación a Francia. Señala Gaziel la contradicción que ya en aquella época suponía vilipendiar a España por su supuestamente escasa sensibilidad con la ... lengua y la cultura catalanas al mismo tiempo que se idealiza la política de un país como Francia, Estado que a lo largo del siglo XIX culminó con éxito su proceso de uniformización cultural y lingüística, suprimiendo de raíz cualquier expresión oral o escrita en lengua catalana y otras lenguas regionales.
Pues bien, esa sorprendente fascinación del nacionalismo catalán por lo francés llega hasta nuestros días y tiene entre sus más delirantes manifestaciones la entrada de Cataluña -impulsada desde 2005 por Pasqual Maragall como presidente de la Generalitat- en la Organización Internacional de la Francofonía.
Hace cuatro días, el 20 de marzo, la escalinata del Palacio del Parlamento de Cataluña aparecía presidida por un flamante cartel que anunciaba la celebración del Día Internacional de la Francofonía. Los mismos que cada 12 de Octubre -día de la Fiesta Nacional de España y de la Hispanidad no solo en nuestro país sino también en muchos países de Hispanoamérica- insisten en que «no hay nada que celebrar» y repiten como autómatas los mantras de la leyenda negra para seguir alimentando el odio a España, se suman con entusiasmo a la celebración de la Francofonía. Cualquiera diría que la mayoría de los catalanes tiene el francés como lengua materna; que la colonización francesa allende los mares fue un proceso de guante blanco acordado democráticamente con los lugareños y que en las escuelas públicas del Rosellón la única lengua vehicular es el catalán.
Sobre la sensibilidad del Estado francés con las lenguas regionales conviene recordar, entre otras cosas, a los hispanófobos instrumentalmente francófilos que nos gobiernan que hace unos días la Justicia de Córcega prohibió el uso del idioma corso en la Asamblea regional de la isla por atentar contra la Constitución francesa. Tan lejos de esa prohibición como de la contumaz negativa de los sucesivos gobiernos de la Generalitat a reconocer el derecho de los ciudadanos de Cataluña a educar a nuestros hijos también en español se encuentra la interpretación amable y respetuosa con la diversidad que está en la base de la Constitución española de 1978.
Los artífices de la Transición nos legaron un ejemplo extraordinario de generosidad y protección de la diversidad lingüística de un país reconociendo la cooficialidad junto con el castellano de las demás lenguas españolas. Sin embargo, la deslealtad del nacionalismo gobernante en Cataluña, el País Vasco y ahora también Baleares y la Comunidad Valenciana ha resultado en esas comunidades en un sistema perverso y liberticida que excluye la lengua común de los españoles del sistema educativo y pretende expulsarla del espacio público.
El hecho de que Cataluña forme parte de la Francofonía, cuando apenas un 14% de los catalanes tiene el francés como lengua materna, mientras que los sucesivos gobiernos de la Generalitat llevan a cabo políticas sistemáticas de ingeniería social orientadas a arrinconar la lengua de la mayoría de los catalanes, el español, es fiel trasunto de la hispanofobia que rezuman nuestros gobernantes.
Por otra parte, el hecho de que el nacionalismo catalán abomine de la Hispanidad refleja hasta qué punto el nacionalismo se basa en una distorsión sideral de la Historia, pues precisamente la Hispanidad como concepto arraiga en Cataluña tanto o más que en ninguna otra comunidad de España. De hecho, fue en Barcelona, el 12 de octubre de 1911, donde se celebró por primera vez la Fiesta del Descubrimiento, antecedente inmediato del Día de la Hispanidad, bajo los auspicios del economista catalán Frederic Rahola Trèmols, que tras diversos viajes por Hispanoamérica propugnaba la necesidad para España, y concretamente para Cataluña, de restituir los lazos culturales, sentimentales y comerciales con las antiguas colonias.
El nacionalismo es -por decirlo en palabras de Karl Kraus sobre el psicoanálisis- una enfermedad que se reivindica a sí misma como una cura. Mientras Cataluña siga gobernada por políticos nacionalistas tan profundamente sectarios e hispanófobos, difícilmente recuperaremos el dinamismo y el liderazgo de antaño; al contrario, seguiremos perdiendo oportunidades y desperdiciando capital humano, intelectual y económico. Pero en ningún lugar está escrito que Cataluña tenga que estar siempre administrada por nacionalistas cerriles incapaces de asumir y respetar la pluralidad intrínseca de nuestra Comunidad.
Nacho Martín Blanco es portavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña
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