Pese a que durante el juicio, Orellana negó formar parte de la célula yihadista asentada en Tarrasa -llegó a afirmar que exclamar «Alá es grande» es como decir «viva Nacho Vidal»-, el fallo, de abril de 2018, consideró probado que, junto a otros nueve individuos, no sólo se integró en una organización terrorista, sino que todos ellos llegaron a fotografiar lugares emblemáticos de la capital catalana, como el Parlament, contra los que pretendían atentar e incluso se plantearon secuestrar a una persona, vestirla con un mono naranja y degollarla mientras lo grababan.
El Supremo confirmó esa sentencia de la Audiencia Nacional, que condenó a tres de los acusados a doce años de cárcel por integración en organización terrorista como dirigentes, así como los ocho de prisión para los siete restantes en calidad de participantes, entre los que estaba Orellana. El fallo consideró probado que, tras su radicalización, constituyeron una célula o grupo terrorista «con la única finalidad y motivo de cumplir y servir los postulados señalados por el Daesh, atentos para llevar a cabo, en cualquier momento, un ataque contra instituciones como la Policía, entidades bancarias o intereses judíos asentados en España».
La célula, que se autodenominó 'Fraternidad Islámica', se creó en 2014 y también se dedicaba a captar a combatientes para enviarlos a las zonas de conflicto a las órdenes de Daesh. Uno de ellos consiguió llegar a Irak y, por entonces, estaba en paradero desconocido.
Tras esta nueva detención, Orellana será traslado a Madrid, para pasar a disposición de la Audiencia Nacional.
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