Pues ni así puede decirse que Feijóo arrasara. El gallego tiró de tener razón más que de inspirar confianza. Convencían más sus críticas que sus soluciones, sobre todo porque el PP ha tenido muchas ocasiones de probar lo que ahora promete (desalojar okupas en 24 horas, impedir que vayan etarras en listas electorales o la ley ELA, por citar sólo tres iniciativas por las que en Ciudadanos nos desgañitamos mientras otros oyen llover), y en fin. Que no. Que hasta bajar impuestos se les olvida cuando llegan a Moncloa.
Quizá el verdadero minuto de oro fue cuando Feijóo sacó una especie de contrato por el que él y Sánchez se comprometerían a abstenerse en la investidura del más votado. Si el objetivo era demostrar que eso Sánchez no lo firma ni de coña, 12 'points' para Feijóo. Pero, ¿dónde nos deja eso? En la evidencia de que o pacta con Vox, o nada. Y si es Vox o nada, muchas de sus promesas valdrán lo que valían las de Sánchez cuando para dormir contaba no ovejitas, sino ministros de Podemos.
Bipartidismo con las manos manchadas de centro. Ambos son culpables de quererse cargar lo que ahora tanta falta hace. Crimen y castigo: si naciste 'pa' martillo, del cielo te caen los clavos. Puede que hasta una repetición electoral.
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