El archivo de alquimia de un agente de homicidios

Óscar Tarruella, mosso y criminólogo, publica un diario con los casos que han marcado su carrera. Como policía, el 'asesino del trenecito', por el que salvó dos vidas. Como perito, también el de Cristina Ortiz, 'La Veneno'

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Óscar Tarruella, tras la entrevista con ABC, en Barcelona INÉS BAUCELLS

Elena Burés

Barcelona

Fue el crimen de las niñas de Alcàsser el que lo empujó a ser investigador de homicidios, cuando aún estaba en la academia para ser mosso. Era 1992 y, tras unos años como patrullero –en los que un compañero le salvó la vida ... cuando un individuo lo encañonó con una escopeta, durante un servicio por violencia doméstica –, opositó a la Policía Judicial. Ha levantado «cientos de cadáveres». El primero, aún como agente de Seguridad Ciudadana, fue el de un camionero en La Junquera. Uno de los que más le impactó fue el de un pastor que vivió y murió solo. Y, del caso que se siente «más orgulloso», es el que él mismo bautizó como 'el asesino del trenecito', porque salvó la vida de dos mujeres.

Fue un agosto, en una localidad costera de Cataluña. Un incendio sin víctimas en un bar llamó la atención de Óscar Tarruella (Gernika, 1970). Todo apuntaba a que había sido intencionado y los dueños, un matrimonio, estaban «aterrorizados». El policía detectó contradicciones en su declaración y decidió jugársela. Les dijo que estaba seguro de que conocían al autor pero que, si no le contaban lo que temían, no los podría proteger.

El olfato no le falló. Tras el fuego se encontraba el conductor del tren turístico del municipio. Se había obsesionado con la camarera de aquel local, que él mismo había instado a contratar. Una obsesión que, ante el rechazo de la mujer, derivó en amenazas de muerte. La sorpresa llegó cuando el investigador supo los antecedentes del sospechoso: condenado por asesinar a su mujer en 1990. Pese a ello, quedó en libertad ocho años después y, poco más tarde, en otra localidad, inició una nueva relación. Cuando ella lo dejó, comenzó su pesadilla. Llegó incluso a intentar atropellarla, pero el incidente se saldó con una orden de alejamiento. Finalmente, Tarruella detuvo al individuo, que fue condenado a ocho años de cárcel por la tentativa de homicidio. «Sueles detener al asesino cuando ya ha perpetrado el crimen pero, cuando lo evitas, la satisfacción es mayúscula«, presume. Es una de las investigaciones que desgrana en el diario que ha publicado con Plaza & Janés. También la de una madre que mató a sus dos hijos porque no 'encajaban' en su nueva vida con su novio.

«Sueles detener al asesino cuando ya ha perpetrado el crimen pero, cuando lo evitas, la satisfacción es mayúscula»

Con el paso del tiempo, explica Óscar, uno acumula «un perturbador archivo de alquimia» –el 'aquí huele a muerto', intercambiado entre compañeros– y se acostumbra a las imágenes dantescas en los levantamientos. A todos, excepto a los de menores. Precisamente, antes de Homicidios, pasó por esta especialidad. El punto de inflexión llegó cuando tuvo que detener a un individuo, acusado de violar a su sobrina de 10 años. Tenía un cargo «institucional importante» y por eso el jefe de la comisaría instó a Tarruella a ser discreto. No pudo evitarlo e incumplió la orden. Se plantó en casa del sujeto con varias patrullas, 'pirulos' y sirenas encendidas... «Vas a perder tu placa», le espetó el detenido. Algo que intentó sin éxito, recuerda ahora el policía que, ese mismo día, pidió un cambio de destino.

Al final del turno, al llegar a casa, es difícil conciliar el sueño. «Si ahora ya cuesta explicar que vas a terapia, imagínate hace 20 años», apunta Óscar, consciente de que «sin salud mental, no hay salud».

Hijo de un empresario catalán del textil que emigró al País Vasco, de donde tuvieron que marcharse cuando su padre se negó a financiar el terror, se define como «tenaz y «tozudo» pero, sobre todo, «empático». Dice no haber pasado miedo durante todos estos años. «Será que creo en lo que hago, en Dios y en el karma». De las pocas cosas ciertas de las 'pelis' de 'polis', concede, es la hermandad entre compañeros. El «tándem invencible» en los Mossos lo formó con el 'indio', al que ahora tienen «triturando documentos», reprocha Tarruella, pese a ser un referente en lucha contra la trata.

Criminólogo

Una excedencia voluntaria en el Cuerpo lo llevó por otros derroteros, hasta que decidió volver a los homicidios, pero ya como criminólogo y perito judicial. Lo hizo gratis, en la mayoría de ocasiones, para ayudar a familias que estaban desesperadas. Entre éstas, la de la gallega Déborah Fernández, el cámara italiano Mario Biondo, o Cristina Ortiz, 'La Veneno'. Tres casos mediáticos en los que detectó numerosas negligencias en la investigación –«desastres policiales y judiciales», en palabras de Tarruella–.

Arriba, Cristina Ortiz, 'La Veneno'. Abajo, Déborah Fernández y el cámara Mario Biondo. Tres de los casos que Tarruella ha investigado como perito judicial ABC

A la joven viguesa la encontraron muerta, con 22 años, diez días después de desaparecer, en 2002. Habían pasado 19 años cuando Tarruella –en uno de los «mayores retos» de su carrera–estudió la causa y emitió un informe forense con el que consiguió la exhumación. No se habían recogido muestras bajo las uñas de la víctima, para obtener posibles vestigios o indicios de lucha o defensa. Tampoco se registró el vehículo del principal sospechoso, su entonces pareja, pese a que desprendía un fuerte olor, según apuntó un testigo, al que nadie interrogó: el vigilante del parking donde estaba estacionado. Hubo muchos más «errores inexplicables». El viernes, la familia de la joven, exhausta, solicitó el sobreseimiento provisional del caso, tal y como informó Patricia Abet, aunque no dejarán de buscar indicios para sentar al investigado ante un tribunal.

Las «injusticias» mueven al criminólogo, y por eso también aceptó el encargo de Santina, convencida de que su hijo Mario no se había quitado la vida. Tras volcarse en el caso, él también concluyó que lo habían asesinado. En agosto de 2022 fue un juez de Palermo el que, en un auto, indicó que existían elementos que apuntaban en esa dirección, la del crimen «a manos de un autor desconocido» que lo habría «colocado en una posición determinada para simular un suicidio». A pesar de ello, archivó el caso, por «limitaciones procesales».

Una muerte que se cerró como un accidente también fue motivo de desvelo para Óscar. En este caso la de un icono: 'La Veneno', una investigación que, reprocha, no fue rigurosa ni objetiva. Tras la excedencia, Tarruella se ha reincorporado a la Policía catalana –aunque no desvela el puesto–, porque, como escribe en su diario, «la máquina del crimen nunca para».

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