Un asesinato por encargo con un sospechoso en paradero desconocido

En su escrito, el Ministerio público sostiene que el asesinato fue un encargo debido a la actividad «relacionada con el mundo delincuencial que ejercía» Moreno, quien saltó a la crónica negra por matar a golpes, en abril del 2000, junto a otros individuos, a Carlos Javier Robledo, un joven de 22 años, a las puertas de una discoteca de la Villa Olímpica de Barcelona. Lo hizo la noche que cumplía la mayoría de edad, por lo que fue condenado a internamiento en un centro de menores, donde pasó ocho años.

Ya en 2009, volvió a ser detenido por una paliza racista que, junto a otros integrantes de su equipo de fútbol de tercera regional, el Bada Bing -del que formaban parte algunos miembros de los Casuals; facción más radical de los ultras del Barça Boixos Nois, que, con el tiempo, mutaron a la actividad delincuencial, con varios condenados, entre otros, por tráfico de drogas- propinaron a jugadores del Rosario Central, por ser de origen sudamericano. Los dos principales implicados fueron Valentín y su hermano Israel -que ahora ha colaborado con la Policía para esclarecer su asesinato-, condenados a seis años de prisión.

Así, la Fiscalía sostiene que el de Valentín Moreno fue un crimen por encargo, derivado de su relación con la delincuencia, que incluía la preparación y la forma de ejecución. Lo que aún no han podido determinar los investigadores es quién se encuentra detrás de dicho encargo, pero sí que sus destinatarios fueron dos ciudadanos colombianos y un tercero que a día de hoy sigue en paradero desconocido. Los dos primeros se sentarán en el banquillo de la Audiencia de Barcelona la próxima semana, y serán juzgados por un tribunal popular.

Uno de ellos, Sergio G. M., habría actuado como enlace entre los autores intelectuales y quien ejecutó a Moreno, sostiene el Ministerio público. Así, facilitó al otro acusado, Daniel D. M., «toda la información relacionada» con Valentín y «los recursos y medios necesarios para matarle», reza el escrito. Desde direcciones, a los itinerarios que seguía la víctima. También móviles, un patinete, una moto, una bicicleta y el arma con la que finalmente lo ejecutó en plena calle.

Tanto para hacerse con los vehículos como con los teléfonos, Sergio se hizo pasar por otras dos personas, con documentación que fue robada a sus legítimos propietarios. Su papel, apunta la acusación pública, fue « imprescindible y decisivo» para matar a Moreno, al considerar poco probable que el otro acusado, que viajó directamente desde Colombia, pudiese en tan sólo 20 días «coordinar la intendencia necesaria para ejecutar el plan criminal».

Los Mossos d'Esquadra detuvieron a Sergio en marzo de 2023, cuando ingresó en prisión provisional, medida que fue prorrogada transcurridos dos años. El otro de los acusados, Daniel, fue arrestado en Medellín (Colombia). Primero en agosto de ese mismo año, cuando consiguió fugarse. Finalmente, volvieron a detenerlo y en octubre de 2024 fue extraditado a España, y desde entonces permanece también entre rejas.