Los martes, toros
El espejo de Gijón
Sin prohibición política, para el empresario las condiciones políticas, económicas y sociales no aconsejaban volver a dar toros en la comunidad
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El Juli, en la plaza de Bibio
En Gijón, una alcaldesa socialista decidió que no había que dar más toros en su preciosa plaza. Primero presentó la excusa de que en la feria de hace dos años -todavía con la pandemia dando coletazos- se había lidiado un toro llamado «Feminista» y otro « ... Nigeriano». Aquello no se podía consentir por homófobo y racista. Luego le explicaron que los toros tienen nombre desde que nacen y que normalmente heredan los de sus madres durante generaciones.
De nada sirvió, la alcaldesa dijo que no iba a haber más toros en Gijón y se agarró a que el coso presentaba deficiencias. La ciudad contra la alcaldesa, y, al final, la primer edil tuvo que dejar su vara de mando. Su partido no la volvió a presentar y la alcaldía pasó del PSOE al PP.
En Cataluña, la prohibición de las corridas de toros fue también un capricho político, que el Tribunal Constitucional enmendó. Y sin prohibición política, para el empresario las condiciones políticas, económicas y sociales no aconsejaban volver a dar toros en la comunidad.
En Gijón, esa situación que ensombrecía a la Fiesta hasta prohibirla ha cambiado, y en Asturias hoy, 15 de agosto, la plaza vuelve a abrir sus puertas, no hay toros «Feminista» ni «Nigeriano» que puedan levantar ampollas.
Sería bueno mirarse en ese ejercicio de libertad que viven en Gijón. Analizar que en Cataluña las cosas tampoco son las mismas. En Barcelona el Ayuntamiento está en manos socialistas tras una operación en la que el Partido Popular fue una pieza decisiva. Un PP, cuyo candidato desempolvó en su campaña la necesidad de recuperar tradiciones, con la Monumental como enseña cultural, tiene mucho que decir y demostrar que aquello no era solo una pose, que las cosas han cambiado, también para el empresario que mantiene cerrada la plaza. El espejo está en Gijón.
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