Alves sale del juicio atrapado por sus múltiples contradicciones
No hay imágenes, ni testigos directos, pero la declaración de la denunciante constituye una prueba de cargo en delitos de agresión sexual. La sentencia de 'La Manada' de Pamplona la reforzó con su referencia a la «intimidación ambiental», por la que la víctima se somete por terror
Alves niega la violación: «Estábamos disfrutando los dos»
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Barcelona
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Iniciar sesiónSin imágenes ni testigos directos de lo que ocurrió en los lavabos de un reservado de la discoteca Sutton, Dani Alves se enfrenta a una pena de entre nueve y doce años de cárcel por agresión sexual. Tanto la joven de 23 ... años que lo denunció, como el futbolista, coinciden en que ambos entraron voluntariamente en aquellos baños, la madrugada del 30 al 31 de diciembre de 2022. Aunque ella asegura que no sabía qué había en aquel cuarto anexo a la mesa donde se encontraban.
La eventual condena al jugador pivota, por tanto, en la posterior retirada del consentimiento sin más prueba directa que el relato de la víctima. Un relato al que se suman los testigos de referencia, quienes estuvieron con ella tras los 16 minutos que pasó en la citada estancia junto al futbolista.
Él asegura que mantuvieron relaciones consentidas. Pero, hasta admitirlo, cambió de versión en varias ocasiones. Y es que primero negó incluso conocerla. Este es uno de los extremos que esgrimen las acusaciones en contraposición al relato de la denunciante, invariable desde el primer día, «coherente y consistente», apuntaron tanto la fiscal, Elisabeth Jiménez, como su abogada, Ester García, durante la última sesión del juicio, en la Audiencia de Barcelona. De hecho, para la letrada de la acusación particular, la consistencia en la descripción de los hechos por parte de su representada es suficiente «prueba de cargo para desvirtuar la presunción de inocencia» de Alves.
Y es que tanto las dos acompañantes de la joven aquella noche, su prima y su amiga, como los empleados de la discoteca que la atendieron, y los mossos que se desplazaron hasta el local corroboran el estado de 'shock' de la joven, que no dejaba de llorar. También su reticencia inicial a denunciar lo sucedido. Su intención era marcharse a casa, pero ante la insistencia del personal de Sutton, finalmente accedió a que se activase el protocolo contra las agresiones sexuales. El director de la sala alertó entonces a la Policía, que se personó en la discoteca. Finalmente, una ambulancia trasladó a la víctima hasta el Hospital Clínic, donde la atendieron. Precisamente, los médicos apuntaron en sede judicial que la mujer no tenía ninguna lesión vaginal por la presunta violación, pero así ocurre en más del 70 por ciento de los casos, según señalaron los mismos expertos.
Sí sufrió una herida en una rodilla, de la que le ha quedado cicatriz. Una pequeña equimosis, que corroboraría el forcejeo descrito en el interior del lavabo, donde la habría obligado a realizarle una felación y luego la habría asaltado, aunque «nadie puede decir al 100 por 100 cuál ha sido el mecanismo de la lesión», certificó uno de los peritos.
Ahora la denunciante sufre estrés postraumático y se encuentra de baja. La psicóloga contratada por la defensa del futbolista trató de atribuir su estado a la «presión mediática», desvinculándolo de la agresión sexual. En su opinión, porque el fármaco que le han recetado, un derivado de las benzodiacepinas, que se emplea para el tratamiento de los síntomas de ansiedad –«que son graves, incapacitantes o que causan gran angustia», reza el prospecto– es poco menos que un placebo. Todo ello, habiendo realizado a la joven una sola pregunta durante su exploración. Motivo que aprovechó la acusación particular para cuestionar las conclusiones de su informe, que tratan de desacreditar a la víctima con afirmaciones tan peregrinas como que ésta pudo fingir los síntomas de ansiedad y estrés tras «consultar al Dr. Google».
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Elena BurésLa joven no quería denunciar al futbolista. No solo por miedo a que no la creyesen, sino porque temía que se difundiese su identidad
Aunque la declaración de la denunciante se realizó a puerta cerrada para preservar su identidad, ante el tribunal ratificó que Alves la había violado. Por su parte, el brasileño afirmó que tras «bailar pegados» empezaron a «intimar» más. Que ella le tocó sus «partes» y que, al pensar que «había atracción sexual», le propuso ir al baño. Primera parte de su relato que corroborarían las imágenes de la discoteca. Al menos según su defensa, ya que también se proyectaron a puerta cerrada.
Él entró primero, y ella lo siguió. Hasta ahí, ambas versiones coinciden. Lo que ocurrió en el interior, según el futbolista: sexo consentido, sin ningún tipo de violencia ni manifestación alguna para que la dejase salir de allí. El de la joven difiere. Tras entrar de forma voluntaria en aquel espacio, una 'suite' próxima al reservado seis del local, intentó marcharse pero Alves no la dejó. Según detalló ante la instructora, tras intentar obligarla a que le realizase una felación, la insultó y abofeteó, para luego violarla.
El exlateral del Barça declaró durante el juicio que supo que lo acusaban de agresión sexual por este diario. Acto seguido rompió a llorar. Una manifestación en la que la abogada de la denunciante detectó otra contradicción del futbolista: «Lo supo por el ABC y aun así después dijo en una entrevista en Antena3 'no conozco a esa señorita'». Y es que solo una vez los Mossos confirmaron que habían encontrado ADN del acusado tanto en el local como en la ropa de la víctima, y en su cuerpo, éste varió su versión inicial del «no pasó nada» al encuentro buscado por ambos. Un cambio, justifica el acusado, porque en principio pretendió ocultar la infidelidad a su pareja.
«Microcosmos de terror»
Aunque la declaración de la denunciante constituye prueba de cargo en delitos de agresión sexual –como en este caso, en la gran mayoría tampoco existen imágenes ni testigos directos–, fue la sentencia sobre 'La Manada' de Pamplona la que la reforzó con su referencia a la «intimidación ambiental», al entender que las víctimas pueden no retirar el consentimiento de forma explícita por miedo a su atacante.
Este argumento es el que trató de rebatir en un inicio Cristóbal Martell, primer letrado de Alves. Lo hizo manifestando, en base a las imágenes de la discoteca, que no existió dicho «microcosmos de terror». Pero los vídeos son previos a la supuesta violación, lo que nada tiene que ver con lo que ocurriese en aquel baño.
En su legítima estrategia de defensa, su nueva letrada, Inés Guardiola, introdujo un nuevo elemento: el consumo de alcohol, para buscar una eximente. La cuestión es que, más allá de las facturas de los locales donde estuvo, el brasileño no tiene como probar que se encontrase ebrio. Tampoco que otro testigo de referencia, su mujer, afirmase ante el tribunal que volvió a casa «borracho» y que «se desplomó en la cama» tras chocar con el armario de la habitación. De hecho, dos psicólogas de parte que trataron de avalar que el futbolista estaba ebrio, acabaron admitiendo, a preguntas de García, que «sabía lo que hacía» y «distinguía entre el bien y el mal». Por lo que dicha eximente no sería completa y sólo serviría para rebajar una eventual condena.
LOS VÍDEOS DE SUTTON
La defensa sustenta el consentimiento en las imágenes de ambos bailando, lo que no implica que no existiese un posterior rechazo al sexo
En este caso, lo nuclear es si hubo o no consentimiento. Alves insiste en que ella nunca le dijo que parase –«estábamos disfrutando los dos», abundó–, mientras que la joven asegura que sí, y que él no la dejó abandonar el baño. También manifestó que hubo violencia, algo que el acusado niega, aunque es la tesis que sostiene la fiscal que, durante sus conclusiones, apuntó: «Si tienes que tirar del pelo a una mujer y ella tiene que retirarse hacia atrás con fuerza, es difícil que confundas los hechos».
Para la representante del Ministerio público, «hasta las huellas [localizadas en los lavabos] corroboran la versión de la víctima», mientras que Alves «ha dado ya tantas versiones, y ahora se suma la del alcohol. Me llama la atención este olvido durante su declaración [en instrucción]. Se consideraba impune, vino al juzgado totalmente tranquilo», apuntó.
La tesis de la Fiscalía, al igual que la de la acusación particular, es que la joven acudió «voluntariamente a ese lugar [el baño], aunque no sabía lo que era». Ella «le rogó» salir, pero «él la ignoró». Estaba «en un clima de terror. Que que no gritara la suficiente no implica que hubiese consentimiento». Su defensa pide su absolución o, como alternativa, un año de prisión –que ya ha cumplido– e indemnizar a la denunciante con 50.000 euros.
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