tribuna abierta
La estelada y la cruz
«Barcelona es Cataluña, pero no la independentista»
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Iniciar sesiónBarcelona es la capital de Cataluña, pero el independentismo siempre ha considerado la ciudad y a su Ayuntamiento unos adversarios potenciales. La Barcelona abierta, cosmopolita, plural, de libertad y metropolitana es percibida como un contrapoder a la visión uniforme, endogámica y excluyente de la ... secesión. Así no debe extrañar la ancestral cicatería, cuando no negativa, de la Generalitat a prestar los servicios, la financiación y las inversiones que precisa la ciudad condal.
Barcelona ha de ejercer su rol de gran capital española y referente nacional obligado en el emprendimiento, la nueva economía, la investigación e innovación tecnológica y científica, de la cultura o el deporte, entre otros ámbitos. Ha de afianzar sin complejos su condición de ejercer la capital mundial del castellano, la otra lengua propia de Cataluña, y de configurarse como el epicentro de una gran región del sur de Europa y del Mediterráneo.
En los cuarteles del escudo de la ciudad figura por partida doble la Cruz de Sant Jordi y la senyera. Quizá, permítaseme la licencia, en el imaginario del independentismo se pretenda sustituir la Cruz por la estrella y conformar una estelada junto a las cuatro barras de la bandera catalana en los otros dos cuarteles.
Barcelona es Cataluña, pero no la independentista. Incluso Xavier Trias en las últimas elecciones municipales escondió la estelada y al propio Puigdemont para obtener un mejor resultado. Eso sí, una vez celebrados los comicios volvió al redil secesionista y a proponer un pacto con ERC. Ahora, el alcalde Collboni se debate en incorporar a los republicanos en su gobierno municipal. Este pacto no le aportaría mayoría alguna y sí la escora del consistorio hacia un tripartito de facto y a la presencia de iure del separatismo en el ejecutivo local. Ninguna mayoría ni nada se lo impide. Juega a su favor que su elección a la alcaldía le resultó gratuita dado que no tuvo que firmar acuerdo escrito alguno, ni verbal, ni asumió un compromiso firme o expreso de derogar el legado de Ada Colau y de vetar en el gobierno local al independentismo. Confío, pese a todo, que el Ayuntamiento no acabe siendo una mala copia, o de la peor, del modelo sanchista en España.
No debe extrañar que en las reclamaciones del independentismo a Pedro Sánchez no se haya incluido la alcaldía de Barcelona. La secesión prefiere desarmar al Estado y afianzar sus postulados que no gobernar el Ayuntamiento. Barcelona no le importa salvo homogeneizarla en su visión reduccionista. Por eso, pusieron la cruz de la desidia de gobierno y la estelada en su perspectiva. La ciudad, cree el separatismo, puede esperar. Sin embargo, no puede quedarse quieta o en la inercia de su deterioro o pasiva ante un catatónico gobierno municipal.
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A dos años de los próximos comicios hay que afianzar un modelo sólido de ciudad afianzado ideológicamente y riguroso y sensato en sus planteamientos. Han de sobrar siglas de partidos y las esteladas y no den faltar esfuerzos de ciudad para configurar la Barcelona ordenada y segura, confiada en ella misma y de progreso que muchos anhelamos.
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