240 calçots engullidos en menos de una hora, la proeza del ganador de este curioso concurso catalán
La temporada de calçotades ha arrancado oficialmente este fin de semana en Valls, la meca de este manjar autóctono
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Barcelona
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Iniciar sesiónPocos alimentos típicos españoles pueden causar tanta curiosidad como un calçot. Estos cebollinos que se producen en Cataluña forman parte de un ritual socio-gastronómico muy popular en este territorio que sorprende a quienes no lo conocen de cerca. Y es que a priori ... la idea de comer asada, y con solo una salsa, una verdura de la familia de la cebolla y hacerlo con las manos es, como mínimo, chocante.
Sin embargo, como ocurre en muchos casos, las tradiciones locales son cada vez más globales y las calçotades, como se conocen los festines en los que se degusta esto producto, se pueden hacer en todos los puntos del mundo. Madrid, por ejemplo, tiene muchos restaurantes que ofrecen calçots, existen productores por varios puntos del país, como Castilla-La Mancha y los manojos con los que se venden se exportan a varias zonas del mundo.
En todo caso, lo que nadie duda es que Valls es la meca del calçot. Tarragona es la gran productora de esta verdura y especialmente lo es la comarca interior del Alt Camp. Por este motivo, desde hace ya 42 años, Valls, su capital, celebra la Gran Fiesta de la Calçotada, una feria que sirve como pistoletazo de salida a la temporada: miles de autóctonos y extranjeros se acercan a conocer el arte del calçot y de su salsa y se pueden hacer degustaciones.
3,06 kilos de cebollinos
Además, la cita tiene desde hace 37 años un concurso rocambolesco de comer calçots en el que muchos quieren participar o vivir en directo. Lo que no sabe todo el mundo es que no hay plazas ilimitadas: participan solo 20 personas y suele haber lista de espera. El campeonato tiene unas bases muy estrictas, como una edad mínima de 18 años y que impide a los campeones volver a participar al año siguiente. Este es el récord que se ha conseguido este año.
El ganador del concurso fue Antonio Hernández, un hombre de Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona) que ha engullido, ni más ni menos que 240 calçots en 45 minutos, el tiempo de prueba que fija la organización. Aunque quizás no impacta tanto, lo que valora el jurado es el peso neto de calçot comido: 3,06 kilos. Para saberlo, el jurado calcula la diferencia entre el peso bruto de los calçots asignados a cada concursante al principio y los restos que quedan tras la comilona.
Los segundos y terceros finalistas de este domingo comieron 196 y 190 calçots respectivamente. Sin embargo, si los 240 ejemplares degustados sorprenden hay que saber que para nada se acercan al récord mundial que el concurso vivió hace unos años cuando un valiente participante, Adrià Wegrzyn, se zampó 310 calçots (5,825 kilos). Él, de hecho, ha ganado el concurso en doce ocasiones y este año no estuvo en la cita por la normativa.
Qué es un calçot
El calçot es una variedad autóctona de cebolleta que se descubrió en la zona del Alt Camp hace ya más de una década. A finales de año, con la llegada del frío, se plantan (como si se calzaran, y de allí su nombre) y están listos en unos meses, aunque los 'timings' están variando con el cambio climático, igual que ocurre con otras plantaciones. Por lo general, con todo, solo se comen en invierno, entre enero y marzo o abril.
El calçot tiene un aspecto chocante porque es muy largo y delgado, con las puntas verdes deshilachadas y una parte jugosa y blanca, la que se come, similar de aspecto y gusto a una cebolla. Su gracia, sin embargo, es que es dulce y suave y de aquí a que guste comerlos. Cuando se empezaron a comer se ingenió una salsa muy parecida al romesco para comerlos (pero que tiene ñora.
A día de hoy muchos los hacen sobre las brasas, aunque lo original es hacerlo sobre el fuego vivo. Quedan negros por lo quemado que salen del fuego y esa primera capa de cebolleta salta, dejando un jugoso manjar. Se suele comer de pie y con las manos y se ha convertido en un ritual a compartir.
Así, lo ideal es ir a pasar el día a alguna restaurante o masía, sobre todo de la zona, para hacer una calçotada entre grupos y comer, además, de los calçots carne a la brasa de segundo plato. Allí reparten baberos y a veces guantes para no ensuciarse, aunque muchos saben que parte de la gracia de la fiesta es acabar con los dedos (muy) enmascarados.
Sin embargo, los locales saben que lo mejor es hacer las calçotades en casa: pasar horas preparando los sarmientos para hacer el fuego, cocinar la salsa, tostar pan para remojarlo con la que sobra, acabar con la carne recién braseada y todo ello con buen vino de la zona y, lo más importante, acompañado de amigos y allegados.
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