Así es el Gumersindo Azcárate de León: la «escuela del año» que visitan hoy los Reyes
El colegio leonés cuenta con doce nacionalidades y fue distinguido por la Fundación Princesa de Girona por su uso de la tecnología y modelo de convivencia. El galardón será entregado este miércoles por los monarcas
La mejor escuela de España está en un pueblo de León
León
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Iniciar sesiónEl vestíbulo del Gumersindo Azcárate deja claro a las visitas con un gran mural que están entrando en la «mejor escuela» del año. Un título que le fue concedido el pasado mes de junio por la Fundación Princesa de Girona y cuyo ... galardón será entregado este miércoles por los Reyes de España. Se trata de un reconocimiento a la «singularidad» de este colegio que es una especie de Torre de Babel en León. Su «uso humanístico de la tecnología» y aplicar un modelo de «convivencia diversa» en el que apenas hay conflictos entre sus 130 alumnos de doce nacionalidades le han valido para ser un ejemplo educativo.
Ubicado en Armunia, en la periferia de la ciudad, la escuela hunde sus raíces en un barrio obrero de la ciudad que ha visto caer el número de empresas y, con ello, también la población. Esa tendencia ha hecho que mayoritariamente en la zona se hayan quedado personas mayores y que la vivienda se haya abaratado, siendo más accesible para los colectivos con menos recursos. Así que hoy, el cincuenta por ciento de los alumnos son de etnia gitana y la otra mitad, inmigrantes. «Tenemos una matrícula muy abierta. Cada dos o tres meses entran niños nuevos. De los últimos en llegar han sido tres menores ucranianos«, explica su directora, Pilar Bahamonde. Rusos, marroquíes, argelinos, venezolanos. ecuatorianos, rumanos... Todos conviven en este centro al que esa multiculturalidad y la manera de enfocarla le ha otorgado el galardón. «Han disminuido muchísimo los conflictos» tanto dentro como fuera, relata la responsable de llevar el timón del colegio. «Cuando los ha habido entre los niños, vienen aquí y nosotros les ayudamos», indica. Ese contacto directo con los padres y la «confianza» que tienen en los docentes ha ayudado, dice.
De hecho, se busca 'enganchar' e implicar a las familias en la actividad –este punto también lo destaca la Fundación Princesa de Girona– además de conectar con el entorno. «Les invitamos a hacer talleres y también vienen a ver clases y se sientan con sus hijos», indica Pilar. Así, dicen, pueden ver que «todos aprenden con todos sin ninguna distinción».
Y es que en este colegio ha calado la filosofía del trabajo en equipo. «Si hacen proyectos juntos, después juegan juntos, y todo esto también se traslada a las familias», defiende la directora, convencida de que «la implicación social y emocional» de los diecisiete docentes del centro ha dado su fruto. Lo sabe bien María Paz Brasas, maestra de Audición y Lenguaje, que lleva 21 años en este destino. «Es más un acompañamiento al niño», asegura, en el que la inteligencia emocional tiene un papel fundamental y ha hecho de esta escuela un «lugar muy tranquilo, sosegado y en calma».
Tablets y robots
Su meta es la de ser un colegio abierto –las puertas de las aulas aquí nunca se cierran–, con espacios compartidos que son para todos y de todos. Pero esto no siempre fue así. Fue la tecnología la que llegó a «revolucionar» y dar un vuelco a este colegio.
Hace siete años fueron elegidos para un proyecto del Ministerio de Educación, la Junta y la firma Samsung a través del que la dotación de medios digitales se multiplicó. «Éramos conscientes de que uno de los elementos que podía igualar a estos niños al resto era precisamente la tecnología», detalla el jefe de estudios, César Ámez. Y desde entonces está muy presente en sus aulas siendo uno de las centros públicos mejor dotados en este sentido.
Todos los alumnos, desde los tres años hasta sexto de Primaria, disponen de tablet y saben usarla y conocen cómo comunicarse con sus profesores por correo electrónico con total normalidad. Pizarras interactivas, gafas de realidad virtual y un robot son otros de los medios que se utilizan en el Gumersindo Azcárate para impartir Matemáticas, Inglés, Lengua Castellana... Así se ha conseguido reducir una «brecha digital» que, de lo contrario, «habría sido inmensa». Ahora, pretenden también extender esa formación a las familias con un programa de alfabetización digital que les pueda ayudar «en sus trámites diarios» y les acerque a un cada vez más impuesto mundo telemático. Ha sido, precisamente, ese «uso humanístico de la tecnología», entre otras cosas, la que les ha permitido alzarse como la escuela del año.
Pero, además, porque les ha aportado resultados. «El porcentaje de absentismo ha descendido mucho y la tecnología nos ha ayudado«, dice la directora. »Es mucho más creativa, permite aprender de una forma diferente y anima a la participación. Es una motivación«, explica convencida de que la era digital ha llegado a la docencia para quedarse y que es un aliado más. »También utilizan el libro de texto, pero mientras lo usan pueden ir investigando con la tablet y yo les puedo poner vídeos sobre el tema«, asegura sobre su día a día en clase en un momento en el que ya hay quien opta por dar marcha atrás en la incursión tecnológica en las aulas. «Ahora ya no tenemos niños que no vienen a clase en todo el curso», explica el jefe de estudios que, junto al resto del equipo directivo, se hicieron con el mando del colegio en 2015 y renovaron su esencia.
La sala gris, la favorita
Nadie quiere perder clase en el Gumersindo Azcárate. Si se les pregunta a los chicos que si les gusta ir al cole, la respuesta es un unánime «¡Sí!». El premio les ha hecho sentirse muy orgullosos y visibles dentro del panorama educativo. Lo que más valoran son «los amigos», dice Rut, de Infantil, pero también «las tablet para aprender», comenta Mario. «Es muy divertido y trabajamos mucho aquí«, dicen Douha y Janira. También hay palabras de cariño hacia «los profes» y los espacios favoritos son la biblioteca –a Manuela le «encanta» por «todos los cuentos»– y, sobre todo «el aula gris». Es, sin duda, la favorita. «Tiene juguetes para pensar», resume Alexander, sobre una sala que poco se parece a un aula al uso. Allí se concentran gran parte de los recursos tecnológicos.
Es el lugar en el que se trabaja con el robot con el pensamiento computacional o con las gafas de realidad virtual. «Una vez a la semana todos pasan por aquí y esto te obliga a programar tus clases de otra manera», explica Pilar. Lo mismo ocurre cuando acuden al huerto que han plantado en el patio. Sembrar tomates y lechugas les ayuda a tratar conceptos de las diferentes asignaturas e implicarse en un trabajo comandado por la profesora Elísabet dentro de un colegio que agradece el «reconocimiento» de la Fundación Princesa de Girona a los profesores, «pero también a las familias».
El premio les ha permitido dar un golpe sobre la mesa y mostrar su trabajo, un «reto diario» teniendo en cuenta que son niños que están «en riesgo de exclusión». Les somete también «a más responsabilidad» con el mandato de mejorar. «Nos gustaría que el absentismo llegase a cero» y que el trabajo se viese en el futuro, explica César Ámez . Sería también un premio que la semilla plantada ahora acabe convirtiéndose en un frondoso árbol que llegue a cursar el bachillerato.
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