artes &letras
'Teseo en llamas': más allá de la muerte
LIBROS
El Premio de Novela Ciudad de Salamanca descubre con esta obra el talento narrativo de la escritora bejarana Beatriz Alcaná
Petardazo del Nadal
Beatriz Alcaná
Hay veces en que el lector busca un libro sin saber que lo está haciendo. En otras ocasiones es el libro el que elige al lector. De vez en cuando, lector y libro coinciden en sus determinaciones. Y esa fusión casual tiene algo de místico ... si el libro resulta ser tan fascinante como prometía y el lector resulta seducido por la magia que encierran esas páginas.Algo así me ha sucedido con 'Teseo en llamas', la novela que me ha descubierto el ilusionante talento narrativo de la escritora bejarana Beatriz Alcaná, ahora que las letras castellanas están tan necesitadas de nuevos valores que coticen al alza.
No acierto a recordar cuál fue el primer chispazo que me hizo fijarme de lejos en la novela. Sí recuerdo que su editor, Eduardo Riestra, me la envió antes de que saliera a la venta hace unas semanas. También me vienen a la mente las recomendaciones de un par de libreros que, sabedores de mi afán por descubrir nuevos valores, me advirtieron de que la obra era canela fina.Lo de menos es que haya sido consagrada con un premio de cierto relieve, como el Ciudad de Salamanca. Muchas veces -y más últimamente- la concesión de un galardón juega en contra de la confianza del público y, sobre todo, de los críticos.
Pero, al menos por lo que a mí respecta, este no es el caso. Y eso a pesar de que la autora juega con los lectores con la habilidad de un tahúr con callos en los dedos y bastantes tapetes de timba desgastados. No parece Alcaná casi una novata, por más que ya hubiera saboreado las mieles del éxito en otros certámenes precedentes de menor dimensión. Y no lo parece porque -desde el título de la obra, las insinuaciones de la contraportada, la información que sugiere el índice y la cáscara de plátano que nos pone antes de iniciar la narración en forma de engañosa esquela necrológica- juega con nosotros como si fuéramos marionetas fáciles de accionar. Y más si algunos conocíamos de refilón la mitología clásica y sabíamos lo que pasó antaño con Egeo, Hipólita, Fedra, Hipólito y Teseo.
Con esas balizas de señalización, y pensando que la novela será un ejemplo claro de género gótico o de terror, se imagina uno un panfleto al uso, efectista e infiltrado por escaramuzas artificiosas de pésimo gusto.Afirma la contra que la autora recoge el testigo de Mary Shelley o de Bram Stoker, a los que no tengo nada leídos. Será verdad. Pero a mí la lectura de la novela, la elegancia de la prosa arrebatadora, el dominio del lenguaje, de los tiempos, de los aplazamientos, de la insinuación, de los silencios, así como las atmósferas que suelen ir cromadas en una escala de grises me recuerdan forzosamente al más brillante Ruiz Zafón de 'Marina' o de 'La sombra del viento' o a mi imprescindible Stefan Zweig de 'Carta de una desconocida' o 'Veinticuatro horas de la vida de una mujer'. Como ellos, Alcaná nos mantiene en vilo en todo momento y prolonga nuestra expectación cambiando los registros y aplazando desenlaces.
Ediciones del Viento XXVII Premio de Novela Ciudad de Salamanca
Teseo en llamas
- Beatriz Alcaná 274 páginas 20 euros
Se sitúa la trama en el Madrid de los años cincuenta, pero, más que en una capital zarandeada por la presión del régimen franquista y la posguerra, parece que la historia fuera más propia de una ambientación decimonónica. A partir de ahí, otra vez con singular capacidad, y manifestando sus conocimientos de farmacia, botánica, geografía e historia, Alcaná nos cuenta dos novelas en una. Una narrada en presente, en primera persona y por Berta, la joven protagonista admitida como manceba de botica en la casa de su casi sesentón tío Pedro, viudo de su tía Poli y casado en segundas nupcias con la joven y, en apariencia, gélida Fedra; y otra que arranca en la época colonial, durante la guerra de Cuba, para referirnos en tercera persona la vida de Gabriel Egeo, el padre de Pedro, de su hijo Román y de Fedra.
Finalmente, como dos ríos que alcanzan una misma desembocadura, ambas trayectorias confluyen sin que surjan más remolinos descontrolados que los que Berta descubre al leer por casualidad un esclarecedor diario.