«Había una sensación de inquietud» en el Pozo Emilio

El picador sutirador Javier Cabello quedó ese día desvanecido por la acción del grisú y aseguró que esa «preocupación» se «comentaba en el cuarto de aseo». Esa fatídica tarde regresaba al tajo después de comer. «Noté una corriente de aire muy fuerte y mucho polvo y no podía respirar. Me agaché, me agarré a un hastial y cuando vino –un compañero– a por mí me ayudó, porque yo ya no salía». El picador sutirador Amancio Viñayo explicó que ambos entraron «sin saber lo que había pasado. Teníamos seis compañeros dentro». «No recuerdo hasta dónde llegué. Quedé inconsciente», informa Ical.

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También el picador sutirador Roberto Julián Crespo acudió al rescate y tuvo que ser asistido. «Notaba mucho calor en la garganta. Costaba respirar» en ese macizo, «que siempre ha dado muchísimo gas» y apuntó que oyó a un compañero trasladar al delegado minero que esa «bóveda que no acababa de hundir». Ante de él había declarado el picador Juan Manuel Menéndez, severamente afectado. «El grisú no perdona» y un minero húngaro al que también se le reconoció una invalidez después del siniestro. «Tenía mucha experiencia» y «sabía que ese sitio era peligroso».