un tiempo propio
¿Vuelta a la rutina?
Hace un par de generaciones, los políticos españoles sabían ceder para llegar a acuerdos que permitían desbloquear situaciones complicadas. Se pensaba en los ciudadanos
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Iniciar sesiónEl mes de septiembre marca el inicio del curso en su sentido más amplio. Después de un período vacacional, más para unos que para otros, se ansia una rutina que marque el ritmo de vida de una forma pautada. Esto sucedía no hace mucho. Pero ... en el tiempo que nos ha tocado vivir, nos encontramos con que existe un continuismo exasperante. Los problemas que parecían solucionados siguen formando parte inseparable de nuestras vidas.
Después de casi dos meses de las elecciones generales, España sigue con un gobierno en funciones, con un candidato a la investidura que parece que no va a conseguir los cuatro votos, sólo cuatro, que le faltan para ser presidente de gobierno. En paralelo el candidato que perdió las elecciones negocia con todos los grupos que se oponen la Constitución y a la forma de Estado para seguir en La Moncloa. Todo esto provoca una parálisis política y económica que impide aprovechar la oportunidad que nos ofrecen los fondos europeos para la recuperación.
Hace un par de generaciones, los políticos españoles sabían ceder para llegar a acuerdos que permitían desbloquear situaciones complicadas. Se pensaba en los ciudadanos. Desde hace unos años vivimos bajo un tristemente famoso eslogan: «No es no», que ha pervertido el juego democrático y ha enfrentado a los políticos en una lucha de la que sólo se consiguen dos etiquetas: vencedores y vencidos. Cuando en política unos se consideran vencidos, buscan rápidamente y con los medios que sean, convertirse en vencedores. El resultado es un enfrentamiento que conduce a la parálisis política, o lo que es peor, a justificar cualquier decisión para retener el poder. ¿Quién se beneficia de esta situación? Una minoría que emerge sobre una mayoría desconcertada y cada vez más desilusionada y empobrecida. En algunos casos sometida.
Seguimos, pese a las torrenciales lluvias pasadas, instalados en la sequía. No hay término medio, o diluvia o nos morimos de sed. Los aguaceros pasados aliviaron la falta de agua, pero, como dijo un agricultor, si no hay fruto poco puede hacer el agua más que mejorar lo poco que hay, que parece que es, con suerte, la mitad de una cosecha normal. El aceite de oliva nos está mostrando qué nos espera este año: una subida del precio de todos los alimentos.
El importe de los combustibles que usamos a diario sigue su escalada de ascendente y no se atisba que vayan a descender. Esto supone un encarecimiento de la vida y de todos los productos que consumimos. La deuda pública está en máximos históricos y sigue creciendo, con suerte, la pagarán nuestros nietos. Tenemos que pedir prestado a un interés cada vez más elevado para poder hacer frente a los gastos corrientes. Las hipotecas se han encarecido y las familias endeudadas están pasándolo muy mal para hacer frente a este incremento. El paro, terminado el verano, ha crecido y muchas empresas están recortando empleos o están cerrando. Por si eso fuera poco, el costo de la vuelta a colegio este año ha batido el récord. Más gastos, los mismos o menos ingresos y todo mucho más caro. ¿Cuál es el final de esta pesadilla que estamos viviendo? En este septiembre la rutina es que los problemas son los mismos y las soluciones no llegan o no se tienen.
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