Una primavera ilusionante

Hay cuestiones que encontrarán respuestas en los resultados que arrojen las urnas. Otras habrá que esperar un poco más. ¿Cómo se comportará el electorado ante la cascada incesante de casos de corrupción? ¿Qué reacción tendrán los votantes ante la ley de amnistía? ¿Obtendrán los partidos nacionalistas una mayoría holgada para gobernar en el País Vasco y en Cataluña? ¿Cuáles serán las alianzas postelectorales? ¿Cómo influirán en el actual gobierno de España los resultados electorales y las posteriores alianzas? Es evidente que después de este nuevo ciclo electoral se van a producir cambios importantes. Lo que no sabremos hasta que no se formen los gobiernos y se constituya el Parlamento Europeo, cuál será el alcance de estos cambios. Ahora mismo todo son especulaciones y opiniones.

Esperamos una campaña electoral limpia, tranquila, en la que cada partido explique sus propuestas y su programa, en la que los debates muestren la madurez democrática que hemos logrado. No deseamos ver el espectáculo en el que unos candidatos retuercen las palabras y descalifican a sus adversarios, cuando no se insultan y descalifican. Nadie debe estar contra nadie, todos los partidos son necesarios para tener una democracia plena, sana y representativa de todas las sensibilidades y tendencias de los españoles. Incidir una y otra vez en la corrupción de tal o cual partido, o de tal o cual gobierno, muestra una pobreza de ideas políticas que descalifica a quien usa ese recurso, porque apela a las pasiones más bajas de cada votante, porque está incitando con su argumento al odio y porque no dice toda la verdad sino sólo aquello que le ayuda a impresionar al votante para que deposite su voto en la urna. Así lo que se logra es la confusión y se genera un clima de violencia social cuyas consecuencias las estamos viendo y sufriendo a diario. Una división profunda entre los españoles, la creación de bloques enfrentados que incapaces de llegar a acuerdos, una carencia alarmante de argumentos para convencer al ciudadano, en suma, una ruptura de la unidad política y del consenso sobre los que se basaron la transición de un régimen autoritario a la democracia.

Si las campañas electorales se desarrollan sin que los candidatos expongan con claridad sus propuestas, sin un debate sereno sobre los temas que nos ocupan y preocupan que son muchos, sin ofrecer soluciones a los retos del futuro de una sociedad que está cambiando a pasos agigantados, la desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos se incrementará.

¿Tendrán influencias estas elecciones en Castilla y León? Una vez más depende de los resultados. Por ejemplo, si el actual socio minoritario de gobierno cosecha tan malos resultados como en las elecciones gallegas y se queda fuera de los parlamentos, o tiene un mal resultado en las europeas, habrá que pensar en que algo debe cambiar. Es cierto que vivimos tiempos interesantes, pero sobre todo vivimos tiempos de incertidumbre y, también, aunque algunos no quieran verlo, de esperanza. Una esperanza que se cifra en un cambio político que proporcione tranquilidad y sosiego a nuestras vidas para afrontar el futuro con optimismo.