Radiografía del caos: un agosto en llamas
El verano de 2025 ha pasado por Castilla y León «sin tregua» y con una simultaneidad de fuegos que ha llevado al límite al operativo y ha causado tres muertos y miles de evacuados: «Nunca se ha vivido una situación como esta»
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Valladolid
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Iniciar sesiónEl operativo antiincendios es siempre prudente ante el verano. El titular de la Consejería Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, no se aventuró demasiado en sus predicciones a finales de mayo: «Nunca hay que decir nada, hay que esperar», apuntó. Luego junio pasó de puntillas ... –victoria moral sobre el calendario tras el trauma de la sierra de la Culebra en 2022– pero julio acusó los primeros golpes en forma de llamas y para empeorarlo llegó agosto. Apenas encauzaba su segunda semana cuando el fuego puso en jaque a Castilla y León: aquel sábado día 9 la Junta alertó por primera vez de una situación de «simultaneidad» y «concentración espacial» de incendios que ya no daría tregua en todo el mes, con sensación de 'caos', pues todo cambiaba en horas. Cortes de vías ferroviarias y evacuaciones de población constantes hicieron que el nuevo sistema de los Índices de Gravedad Potencial (IGR) del Infocal se volviera de dominio público a las bravas y a marchas forzadas, en una sucesión de emergencias en la que los brigadistas se vieron obligados a centrarse en el mal mayor.
Lo de pedir precaución a la ciudadanía ya venía de julio. Las olas de calor no sólo harían más complicado extinguir cualquier foco, si no que también habían resecado la vegetación, exuberante tras lo que la Aemet había catalogado como una primavera «cálida», y la sexta más húmeda desde 1961. Dos grandes fuegos en Ávila ya habían puesto a la Comunidad en guardia: el de La Chinita, en Navaluenga (el 18 de julio) y otro en Mombeltrán y Cuevas del Valle a finales de mes. Más allá de causas naturales como los rayos, preocupaban las catástrofes de origen humano a partir de una chispa o un despiste o, peor aún, intencionadas y provocadas por pirómanos, «terroristas medioambientales» en palabras del consejero. «Los amigos del mal tienen oportunidades y las aprovechan», advirtió Suárez-Quiñones al despuntar agosto, recogía Ical.
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Así, aquel viernes 8, la Junta recordaba que el riesgo de incendio forestal era «muy alto o extremo». Y en efecto, ese mismo día prendió el incendio forestal de San Bartolomé de Pinares (Ávila), que escaló hasta ese segundo 'nivel' de peligrosidad por amenazar poblaciones, lo que ya forzó a evacuar a un par de barrios. Al día siguiente, aunque «venían horas críticas», los técnicos afirmaron que al menos estaba «sujeto». Sin embargo, un León que comenzó a arder por cinco costados complicaría enormemente la escena. Se declararon los fuegos de Yeres –que hizo sonar todas las alarmas porque hacía peligrar Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad– y Llamas de la Cabrera (ambos alcanzarían el IGR 2 durante la jornada); pero también Orallos, Sésamo y Fasgar, tardando este último más de un mes en controlarse.
El domingo de aquel fatídico fin de semana se mostró aún más desmoralizador. Con temperaturas de 40 grados, una humedad menor al 10% y vientos de 50 km/hora, la Junta reconoció en redes que llegó a haber «hasta 32 incendios forestales activos a lo largo del día», uniéndose al peligro más provincias, como Palencia, con llamas en Resoba, o un 'nivel' dos directo para Molezuelas de la Carballeda, en Zamora. El lunes 11 de agosto también prendía en Puercas, en la zamorana sierra de la Culebra y –si bien el gran incendio abulense de San Bartolomé aflojaba– León aumentaba sus heridas con el nuevo y preocupante incendio de Paradiña. Comenzaba el cruce de reproches políticos, aunque arrinconado por la urgencia.
Primer muerto
El martes 12 de agosto la peor noticia no fue que continuase el devorador 'baile' –que también– si no la muerte en Nogarejas del voluntario bañezano de 35 años Abel Ramos, que ayudaba a frenar el fuego de Castrocalbón, como también se llamó al de Molezuelas una vez que ese lunes rebasó el límite de Zamora y saltó al sur de León. Atrapado por un cambio de viento inesperado entre «dos lenguas de fuego» con otros dos hombres que fueron rescatados con graves quemaduras, su fallecimiento cayó como un mazazo, pues hasta entonces no se habían perdido vidas.
Pero no hubo tiempo para duelo. El de Puercas tampoco mostraba piedad y la evacuación de Abejera mandó al hospital a varios quemados críticos. Aquella misma jornada, en un enmarañado cruce de evacuaciones que desplazó a miles de personas, Anllares del Sil añadía otra preocupación en tierras leonesas (cogió fuerza y subió de nivel al día siguiente), Resoba arreciaba en Palencia y Martín de Yeltes recordaba a Salamanca que no quedaría libre de las llamas, si bien ese incendio perdió peligrosidad al día siguiente. El miércoles 13 de agosto reservó otro par de alertas precisamente para la provincia salmantina, los incendios de Cipérez y de La Bastida –sierra de Francia–este último considerándose de mayor riesgo por el patrimonio natural y los vecinos sobre los que se cernía. El incendio de San Bartolomé (Ávila) al fin bajaba al IGR cero, pero Santa Colomba de Curueño le daba el relevo con otra carga sobre León. La furia del incendio de Molezuelas seguía siendo la «más preocupante», reseñó Suárez-Quiñones: engullía «pasto y matorral muy seco con mucha velocidad». Todos coincidieron en que la prioridad era «evitar daños a las personas».
Las fuerzas de extinción estaban exhaustas ya antes del puente de agosto: «Así amanecemos un día más. No hay tregua», tuiteaba la Junta, con fotos y vídeos de sus intervenciones. Vientos y altas temperaturas plantearon «muy difícil» la extinción aquel jueves anterior a festivo, y a primera hora se confirmó que había expirado uno de los críticos hospitalizados. Moría de esta forma Jaime Aparicio, de 37 años, que había salido de la trampa mortal que ya se había llevado a su amigo Abel con el 85 por ciento de su cuerpo quemado. Le había sobrevivido apenas un par de días. Ese mismo jueves salió una primera medición provisional que cifraba las hectáreas arrasadas en Molezuelas en hasta 31.500, directo al ranking de los mayores desastres del histórico. La Alberca y Gallegos de Argañán (Salamanca), Hermisende en Zamora o Barniedo de la Reina y Murias de Paredes (León) reclamaban atención, y otro fuego más se acercaba desde Orense y tocaría Zamora ese día, empezando por Porto.
El 15 de agosto, que debería haber transcurrido encendido de fiesta, lo hacía en llamas, con un operativo que suplicaba concienciación para que no se desatase «ni un sólo incendio más». Por la tarde, llegó a haber 25 fuegos: una docena de incendios en máximo nivel de peligrosidad autonómica, seis más con IGR 1 y otros siete activos. «Nunca se ha vivido una situación como esta en España», confesaba la Junta. Aquel día, Alfonso Fernández Mañueco descolgó el teléfono para pedir refuerzos al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, una «respuesta excepcional» para apoyar a las brigadas autonómicas y a la Unidad Militar de Emergencias (UME), que seguían atacando 'infiernos' como el de El Payo (Salamanca).
Un sábado sin muchos cambios –Puercas y Molezuelas bajaron al índice uno, aunque se encendieron fuegos en Canalejas o Caín (León)– dio paso a otro domingo al rojo vivo, con un «comportamiento extremadamente agresivo» de hasta diez IGR 2, y otros tantos incendios de 'nivel' uno, además de cinco fuegos más a nivel cero. Tercera víctima de esta crisis, moría un bombero de 57 años, aunque fue en un accidente de tráfico, ya que iba al volante de un camión autobomba que volcó en Espinoso de Compludo (León).
El lunes 18, el incendio de Porto serpenteaba hacia el lago de Sanabria y el humo cubría comarcas enteras, impidiendo la visibilidad para medios aéreos y llevando a rescatar mascarillas hasta en localidades alejadas. Llegaban equipos de otros países que se coordinaban como podían con las desgastadas fuerzas, y expertos venidos de Comunidad Valenciana o Granada reconocieron que encontraban ejércitos de llamas «intratables», «devastadores» y «desbordantes» por su virulencia. «Te sientes hormiga frente a un tren que viene. No puedes parar eso, es inabarcable», comparaba uno de ellos, Antonio Sánchez. La ministra de Defensa, Margarita Robles, admitiría que muchos eran «absolutamente incontrolables» y que «no les pueden hacer frente ni tan siquiera los profesionales».
Negativa al desalojo
Se había ordenado la evacuación de hasta 5.300 habitantes de 76 localidades de la Comunidad y, tal y como reconoció el portavoz de la Junta, Carlos Fernández Carriedo, preocupaba la negativa a abandonar las casas de muchos vecinos que, ante la incertidumbre (y sus respectivos desalojos y realojos), querían quedarse a defenderlas. Carriedo respondió a por qué no se solicitaba el nivel 3 de alarma, correspondiente a una emergencia nacional. «El equipo de dirección de los técnicos sería el mismo y únicamente cambiaría que habría que reportar a una autoridad distinta», descartó.
Martes y miércoles siguieron encendiéndose llamas, de peligrosidad variable, escalonada en subidas y bajadas de IGR: Candelario (Salamanca) aumenta, Mahíde (Zamora) o Villablino (León) se estabilizan, Las Médulas respiran al mejorar Yeres, la situación en la Montaña Palentina se recrudece con el incendio de Velilla del Río Carrión. Los fuegos de Porto y Barniedo llaman a despejar varios municipios, mientras se recela de la mano del hombre y se detiene algún que otro sospechoso.
En días posteriores, muchas carreteras permanecieron cortadas, mientras el operativo hacía retroceder las llamas con dificultad, con evoluciones «favorables» una vez que el calor remitió un poco. Sin embargo, no se podía cantar victoria, con «sustos» como los de Molinaseca y Garaño, una vez más en León, que motivaron «a redistribuir efectivos» y evacuar varios pueblos, explicaba el domingo 24 el delegado territorial Eduardo Diego. Los últimos días del mes transcurrieron entre trabajos defensivos de casas, fuegos técnicos, reactivaciones y enfriamientos de perímetro. Sólo el 30 de agosto la tensión parecía remitir: no había ningún incendio de máxima peligrosidad en Castilla y León. Por fin. Habían pasado 22 días.
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