Pueblos que resucitan

Con el éxodo rural se fueron quedando sin vecinos hasta que el último echó la llave. Ahora sus hijos o emprendedores tratan de dar una nueva vida a esos lugares que durante años fueron ruinas

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Peón de Arriba, en la provincia de León, recuperado como 'ecoaldea' ICAL

M. Antolín / I. Jimeno / Diego L. González

VALLADOLID

Uno tras otro, sus vecinos fueron saliendo, hasta que quedó el último. También se fue, y con él moría el pueblo. Nacía un despoblado más en Castilla y León, una tierra a la que el nuevo éxodo de la campo a la ciudad, allá ... por mediados del pasado siglo, hizo estragos. El afán de sus gentes por buscar una vida con la que llenar el plato y sin deslomarse de sol a sol fue dejando sin aliento a un buen número de asentamientos de los que hoy en muchos casos apenas quedan unos muros que indican que allí, un tiempo atrás, hubo un pueblo.

Pero también los hay que se resisten a morir. Con el impulso de sus hijos, de sus nietos... y el afán de algunos emprendedores tratan de resucitar. Los hay incluso que han encontrado nuevo dueño que por el precio de un piso en una gran ciudad pueden decir que poseen toda una localidad. Alojamientos turísticos, lugar de meditación, volver a llenar de vida lo que un día fue la cuna de sus antepasados... son algunas de esas iniciativas. Las ideas salpican Castilla y León, una comunidad eminentemente rural.

Para hacer eco de aquellos lugares que un día tuvieron moradores y que no caigan en el olvido, Faustino Calderón se embarcó en la aventura de visitar algunos y contar en un blog sobre pueblos deshabitados cómo era allí la vida por boca de quienes fueron sus vecinos. Apasionado del mundo rural desde niño, cuando pasaba sus veranos en Ávila, pese a ser madrileño, relata que en la mayoría de los casos eran lugares con «mala comunicación» en los que se hizo «inviable» permanecer, indica.

Soria esté quizá «a la cabeza» de estos lugares en España y es el «caso más sangrante», indica, porque fueron muchos los núcleos en los que el censo quedó vacío y sus casas reducidas a ruinas. Edificios sin un futuro que Calderón ve difícil conseguir porque requiere mucho apoyo de las administraciones y servicios. «Aunque a la gente de la ciudad le pueda parecer bucólico, si sus vecinos se fueron de allí era porque no había condiciones para quedarse». No obstante, aplaude la lucha de quienes sí intentan contra viento y marea reflotar los pueblos que un día estuvieron en pie.

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Imagen de una de las casas de Los Montes de la Ermita ELBIERZOTURISMO

En El Bierzo

De la «ecoaldea» al pueblo entero en venta o el vecino que busca sus raíces

Abandonado desde 1971, cuando marcharon sus últimos habitantes, Peón de Arriba es uno de esos pueblos en la comarca del Bierzo, en la provincia de León, que vuelven a recuperar su vida. Lo ha hecho gracias al esfuerzo del Ayuntamiento de Carracedelo y una inversión de casi un millón de euros. Aportaciones municipales y subvenciones de la Junta de Castilla y León y la Diputación de León han permitido «redescubrir» este enclave, ubicado cerca de las orillas del río Sil, antes de que abandone Castilla y León. El trabajo empezó con la eliminación de la maleza que cubría sus ruinas y siguió con la reconstrucción de varias casas, hasta culminar con la creación de una «ecoaldea sostenible», como la llama el alcalde, Raúl Valcarce. Donde hasta hace poco sólo había ruinas y hierbas, ahora se levanta un albergue con capacidad para cuarenta personas, donde habrá oferta para turismo activo y deportes, y que está rodeada de árboles, que se han ido plantando a lo largo de los últimos años. Singular es el caso también de Los Montes de la Ermita, en el municipio de Igüeña, donde un vecino sigue litigando con el ayuntamiento para conseguir su empadronamiento en este pueblo, que oficialmente no tiene habitantes desde 1981, pero donde este hombre ha rehabilitado su casa y se empeña en ser censado allí. La localidad se ubica en las faldas del pico Catoute, la montaña más alta de la Sierra de Gistreo. Sus gentes se fueron hace más de cuatro décadas, atraídas por el trabajo en la mina. Pero uno de los últimos niños que nació allí quiere volver a su pueblo de siempre. Después de dos años de pleitos, ha logrado una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, que obliga al Ayuntamiento de Igüeña a empadronarlo en Los Montes de la Ermita, ahora que hasta ha quedado disuelta su junta vecinal. Pero la administración local ha recurrido esa decisión judicial, mientras el recurrente defiende que su casa tiene cubiertas las necesidades básicas, gracias a placas solares que suministran energía, abastecimiento de agua de manantiales y hasta cobertura de telefonía móvil. Y más original todavía resulta la situación de La Retuerta, en el municipio de Arganza. Este lugar fue escenario de un proyecto de repoblación impulsado por varias familias alemanas que se asentaron allí en 1991, con la aspiración de desarrollar un nuevo estilo de vida, alejado de las grandes ciudades y sus prisas. Días atrás, el último de los que intentó hacer realidad esa idea publicaba un anuncio en el que ponía a la venta «un pueblo entero», con quince de sus diecisiete viviendas en distintos estados de conservación junto con veinte hectáreas de tierra y «por un precio de 350.000 euros negociable». «Curiosos abstenerse», la última llamada de auxilio de la España vaciada.

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La Fiesta de las Móndigas, en Sarnago, junto a las ruinas de su iglesia ABC

En Soria

Sarnago o cómo resurgir de las cenizas con sus descendientes

En 1979 Sarnago se quedó sin habitantes, pero desde ese mismo momento no se ha resignado a desaparecer. Al año siguiente, una asociación de los descendientes de sus antiguos habitantes, que decidieron abandonar el pueblo en busca de un futuro mejor en Zaragoza, Pamplona o La Rioja, intentan mantener el pulso de esta localidad soriana que llegó a tener unos 400 vecinos en los años 40. Desde entonces, de sus 'cenizas' y entre las ruinas han ido emergiendo unas 25 casas que son segundas viviendas para unos moradores que acuden de vuelta a sus raíces, sobre todo, en los periodos vacacionales. Hoy tan solo son dos las personas empadronadas, pero durante el verano la vida regresa, explica el presidente de la Asociación 'Amigos de Sarnago', José María Carrascosa, que junto a sus padres salió del pueblo cuando tenía 3 años. También los socios han ido aumentando, y de los 60 iniciales han pasado a ser más de 200. «Alguno ni siquiera ha estado en el pueblo, otros son de otras comunidades y les gusta nuestra labor y actividad cultural...», cuenta. Y entre ellos, un distinguido escritor, Julio Llamazares, que se inspiró en la soledad de Sarnago para su novela 'La lluvia amarilla', pese a que está ambientada en Huesca. Han sido ellos los que han llevado la luz y al agua corriente -también colaboró el Ayuntamiento de San Pedro Manrique, al que pertenece ahora- y han conseguido que internet llegue a Sarnago. Es más, han montado una oficina de 'coworking' para teletrabajar y ser así un reclamo de esos «nómadas digitales» que más que un espacio físico fijo necesitan la Red para su trabajo. Tras recuperar su fiesta de Las Móndidas y otros logros, el siguiente paso es construir un edificio de viviendas porque «no las hay para vender o alquilar» e intentar así que este entorno mantenga el latido durante todo el año.

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