artes&letras
Pioneras de la imprenta en España
Hija, esposa y madre de impresores, Isabel de Basilea (Burgos c. 1500-Salamanca 1576?) tomó las riendas del negocio familiar en 1525 y firmó sus ediciones, algo infrecuente en la época por su condición femenina
F. Suárez de Vega
Resulta difícil ponderar en su justa medida la revolución que supuso el que fue uno de los más grandes inventos de la historia. Se cuenta que el padre de la criatura, el alemán Johannes Gutenberg, llegó a decir que la imprenta era un ejército de ... 26 soldados de plomo con el que se podría conquistar el mundo. ¡Y vaya si lo hizo! Pocas ideas han tenido un impacto mayor en el devenir de los tiempos.
Sin embargo, la historia de la introducción de la imprenta en España sigue siendo poco conocida. Y, como en tantos otros ámbitos, Castilla fue pionera. Sería en Segovia donde el alemán Juan Parix de Heidelberg alumbró en 1472 el primer libro impreso en España, el 'Sinodal de Aguilafuente'. Un ejemplar de este incunable, un verdadero tesoro, aún se conserva en la catedral segoviana.
Y entre las primeras ciudades en las que se instalaron talleres de imprenta pueden citarse las de Zamora, Valladolid, Salamanca o Burgos. La hija del olvido de hoy, Isabel de Basilea, estuvo estrechamente vinculada a estas dos últimas. Era hija del impresor Friedrich Biel, natural de aquella ciudad alemana -aún no incorporada a la Confederación Helvética- que, tras asentarse en Burgos, cambió su nombre por el exónimo Fadrique de Basilea; sabia decisión que le evitó sufrir una chaparrada de perdigones cada vez que los lugareños hubieran intentado pronunciarlo en su versión original germana. Al taller de don Fadrique, sito frente a la seo burgalesa, le debemos una importante producción, entre ella varias obras de Nebrija y, sobre todo, la primera edición de la Celestina de 1499 que, según afirman varios expertos, es hija de sus prensas.
Anna Rügerin, otra alemana, de Augsburgo -Augusta para los españoles de antaño-, pasó a los anales de la historia como la primera mujer tipógrafa en 1484, cuando su nombre apareció en el colofón de dos libros como prueba de la autoría de su impresión. Y las tierras castellanas presenciarían la irrupción en escena de otras mujeres que, a pesar de las leyes y costumbres de la época, serían pioneras en la historia de la imprenta en España. Como Isabel de Basilea, nacida en Burgos en el albor del siglo XVI, que consagró toda su vida al entonces revolucionario negocio de los libros impresos. Un caso único pues, según afirmó el hispanista francés Aristide Rumeau, fue hija -parece que única-, esposa y madre de impresores.
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Siendo muy joven se casaría con Alonso de Melgar, oficial mayor de la imprenta de su padre que, a la muerte de este, se haría cargo de la misma. En 1525, tras enviudar, sería ella quien tomara las riendas del negocio. Así, algo inédito entonces, en 1526 se imprimió el libro 'Las leyes y premáticas reales hechas por su magestad en las Cortes de Toledo', con un colofón que pregonaba sin tapujos la autoría de una mujer: la honesta viuda de Alonso de Melgar. Algo muy infrecuente. Sirva para ilustrarlo el caso de otra de las pioneras de la imprenta en nuestro país, también hija de esta tierra, la salmantina Brígida Maldonado. Descendiente de los Carón, una conocida familia de libreros de su ciudad, se casó con el alemán Juan Cromberger, cuya imprenta en Sevilla fue legendaria. Cuando Brígida enviudó, manejó con acierto el negocio hasta la mayoría de edad de su hijo, aunque eligió firmar las impresiones no con su nombre sino con el de la prestigiosa marca Cromberger. Por cierto, el vástago de esta salmantina sería el responsable de un hecho de gran trascendencia histórica: la instalación de la primera imprenta de América en 1539 en un edificio de la ciudad de México que aún se conserva, saqueado en 1847 por las tropas norteamericanas. Quién sabe si como revancha por haberse adelantado nada menos que 100 años a la primera de la América anglosajona, la de Cambridge (Massachusetts).
Retornando a la que ha sido calificada por algunos como la primera impresora de España, Isabel de Basilea volvió a casarse en 1526, al poco de enviudar, con el florentino Giovanni Giunta, miembro de una de las dinastías de impresores más importantes de Europa. Al igual que don Fadrique, también optó por castellanizar su nombre y sería conocido como Juan de Junta. Años después, el matrimonio se asentaría en Salamanca, donde abrieron otra prolífica imprenta y participarían en una importante sociedad para abastecer de libros importados al mercado español y al Estudio Salmanticense. El papel de la burgalesa al frente del negocio familiar está fuera de toda duda. Mujer combativa, emprendió varios pleitos gracias a los que conocemos su protagonismo empresarial durante las largas ausencias en el extranjero de su esposo. El matrimonio tuvo dos hijos, Felipe y Lucrecia. Esta seguiría la estela de su madre. Se casó con uno de los oficiales del taller de su padre, Matías Gast, el antuerpiano -por ser su nación Amberes-. Tras fallecer Junta en 1558, Gast se asociaría con su esposa y suegra en la firma comercial Herederos de Juan de Junta. Así es como Isabel de Basilea dio lugar a una extensa saga de impresores -varias de sus nietas incluidas- a la que debemos cientos de ediciones que ya forman parte de la Historia, con mayúsculas, de la imprenta en España y Europa.
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