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Un otoño incierto para el turismo rural por temor a la crisis y a que la población recorte en ocio

Algunos propietarios se plantean cerrar entre noviembre y febrero y abrir solo en Navidad, por los «altos gastos de calefacción«

Casa rural en la provincia salmantina Ical

ABC

VALLADOLID

Incertidumbre. Desde esa palabra mira el próximo otoño el sector del turismo rural de Castilla y León, líder en España. Su temor: que la crisis económica causada por el incremento de precios y el pronóstico del coste del gas y la luz en estos meses se cebe en el entretenimiento y les sacuda directamente. «Si tienen que recortar de algo, lo hacen del ocio. Se quedan a ver una película en su casa y dejan el turismo rural», asegura el presidente de la Asociación de Empresarios de Turismo Rural, Luis Chico, en declaraciones a Ical.

Esto ha provocado que las reservas vayan «despacito», únicamente con buenas expectativas para los puentes de Nochebuena y Nochevieja, pero sin noticias aún del festivo del 12 de octubre, que este año es miércoles y «se resiente bastante», o el puente de primeros de diciembre. Por esta razón, Chico vaticinó que algunos propietarios se plantean no abrir entre noviembre y febrero, a excepción de los días navideños, porque ello genera «altos gastos de calefacción». «No pinta muy bien», ha sentenciado.

Explica que ya de antemano es «una época muy complicada a excepción de diciembre, pero este año con el bolsillo de los ciudadanos es lo que hay», se resigna. A pesar de ello, ha confiado en que el Puente de los Santos, los días 29, 30 y 31 de octubre y el 1 de noviembre, aún dé buenas noticias y se pueda alcanzar el 70 por ciento de ocupación, principalmente gracias a los madrileños, el cliente objetivo del turismo rural autonómico. Sin embargo, admite que «mucha gente prima la visita a los cementerios en sus pueblos».

Otro hándicap con el que se encuentra el sector, principalmente tras la pandemia, es que las reservas se producen «muy cerca del fin de semana en el que quieren venir», una característica que se debe a la época en la que el Covid permitió mayor movilidad, pero el consumidor final tenía temor a reservar y dar positivo en los días previos o a que las decisiones administrativas impidieran ese desplazamiento. «Yo por estas fechas ya tendría lleno todo el otoño. Y hoy solo Nochebuena y Nochevieja, y en algunos casos se trata de clientes que se han convertido en amigos porque han repetido varios años», expone Chico.

En todo caso, ha apelado a recuperar esa «vida y dinamización» de la que ha presumido siempre el turismo rural, pues el visitante que acude a un alojamiento rural «conoce también la comarca, come en un restaurante, visita una bodega, compra pastas. Pero la crisis económica puede ser tan negativa como la de 2008, y encima ha venido precedida de una pandemia», lamenta, para mencionar que la gente «no tiene tanto colchón económico como el que tenía» y «prefiere guardar por si vuelven a subir la luz o hay cortes de gas».

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