Milagros en la explosión en un bloque de viviendas en Valladolid: la parra que protegió a Benjamín, los tres gatos de Marta y la visita de Isabel

El hijo de Isabel estaba casualmente con la anciana y Benjamín había estado sentado poco antes donde cayeron los cascotes de un bloque de 20 viviendas que por ser verano sólo tenía doce moradores dentro

Vídeo: Así ha quedado el edificio de la calle Goya de Valladolid tras su explosión

Benjamín, en el patio de su casa en la que cayeron los escombros I. TOMÉ

Isabel Jimeno

VALLADOLID

«Es un milagro». La frase repetida en la calle Goya de Valladolid, donde una fuerte explosión «al parecer» de gas sobre las 22.45 horas del martes ha dejado prácticamente en «ruina» el número 32.

Un bloque con 20 viviendas y locales en ... los bajos, entre ellos un taller, en las que dada la época estival no estaba lleno, evitando que fuese mayor la «tragedia» que ha costado la vida a Teresa, de 53 años, la vecina del 1ºC en el que «en principio» se produjo la deflagración.

En el barrio vallisoletano de la Farola no quieren imaginar lo que hubiera pasado a esas horas en una noche de invierno, con la mayoría en el domicilio y muchos ya en la cama cuando todo empezó a arder, el humo se apoderó del inmueble y la caja de la escalera quedó destrozada.

Doce evacuados, nueve mediante escala en cuanto llegaron los bomberos, que cortaron los suministros de gas y luz, y el resto que pudieron salir por sus propios medios.

A todos los afectados se les ha ofrecido por parte del Ayuntamiento una solución habitacional. La primera noche, cuatro ya la pasaron en un hotel, que dado precisamente el periodo vacacional requirió de que los alojamientos habilitaran estancias adicionales, pues estaban llenos. La idea del Consistorio, ha subrayado su alcalde, Jesús Julio Carnero, es ofrecer una estancia estable recurriendo a viviendas de la sociedad municipal (VIVA).

Isabel y la visita casual de su hijo

Lo logró Isabel. A punto de cumplir los 90 años, vivía sola en el 1ºB, justo el de al lado del origen de la deflagración. Pero este martes, uno de sus hijos que habitualmente reside en Madrid estaba de visita en Valladolid. En el momento del suceso se encontraba en casa. Por el patio interior y tras romper varios cristales, ayudó a su madre a salir a la calle. Ambos tuvieron que ser trasladados al hospital, la anciana en la UCI, aunque estable, por padecer patologías previas. Inhaló mucho humo como el resto de la docena ingresados, de los que al mediodía del miércoles únicamente quedaban cuatro, dos en Cuidados Intensivos y dos más en observación, en principio fuera de peligro.

A pie de calle, ya por la noche, otro de sus hijos, que no quitaba la vista de la fachada todavía humeante. «Ahí dormía mi madre. ¡No hay tabique!», exclamaba a distancia, y lo pudo comprobar con la luz del día ya desde más cerca. Su madre y su hermano estaban vivos. Del piso apenas quedan rastros. El 1º B y el C «no existen», destacaban los bomberos tras una noche sin cuartel en la lucha contra el fuego y cascotes que ya sin llama superaban los mil grados. Ni paredes, ni suelo ni techo entre el piso en el que «al parecer» comenzó todo y sus colindantes.

Marta y sus gatos

«No» sabía ni cómo, «reptando por las escaleras», entre el humo, con el edificio ya en llamas, Marta logró bajar desde el 2º B en el que vivía a la calle. Allí ya vio algo más las dimensiones de lo que sintió en el interior de un piso que jamás volverá a ser su hogar. Con la precipitación, se dejó a sus tres gatos. «¡Tengo a Octubre!», exclamaba a alguien al otro lado de la línea de teléfono. Uno de sus animales de compañía había logrado ser rescatado por los bomberos más de dos horas después de la deflagración. Móvil en mano, explicó a los efectivos de bomberos dónde podían estar los otros dos. Entraron y en unos minutos tenían a los animales a salvo. No fue fácil. Asustados, alguno de los bomberos tiene en sus manos las marcas de los arañazos. «Ay, sí!», exclamaba Marta prácticamente con las lágrimas derramándose desde sus ojos al ver que recuperaba a sus mascotas. En el fondo, es casi lo único que le queda de la que hasta el martes poco antes de las once de la noche había sido su vida. «Algunos vecinos lo hemos perdido todo». Ella es de la zona de las letras B y C, la que está en «ruina» y será necesario demoler.

Isabel recoge a uno de sus gatos I. TOMÉ

Benjamín vuelve a nacer a sus 93 años

Con una serenidad que asombra, a sus 93 años, Benjamín reconoce que en la noche del martes volvió «a nacer». Vive justo enfrente del edificio siniestrado, en el número 31. Estaba a punto de tomarse el café e irse a la cama, cuando una explosión «movió todo». En un principio pensó que había sido su caldera, se asomó, pero no. Abrió la puerta, y antes sus ojos, la devastación: el bloque de enfrente convertido en una «bola de fuego» y un denso humo.

Poco antes, recordaba mientras recorría una y otra vez el reguero de cristales rotos que «no» sabe muy bien cómo entraron desde Goya, 32. Había estado sentado en el patio, donde cayeron hasta tres marcos de ventanas del bloque de viviendas de la explosión. La parra centenaria que a él le da sombra y unas uvas ahora tiradas por el suelo le sirvió de parapeto. La puerta del garaje completamente desencajada, una estantería casi vencida, enseres tirados por el suelo... La escena que se repetía en otras casas contiguas a las que las que llegó la onda de la explosión.

Benjamín vive solo. Salió de casa y en mitad del caos se quedó con un vecino mientras sus hijas, Magdalena y María Asun, estaban en un sinvivir intentando localizar al nonagenario. Con tan «buena memoria» que recordó su número de teléfono y llamó para decir que estaba «bien».

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