Crispación

El domingo el PP ha convocado manifestaciones en todas las capitales contra la intención de promover una amnistía a la carta para que Pedro Sánchez pueda ser investido presidente del Gobierno. Nada que objetar a las protestas convocadas en tiempo y forma y con todas las bendiciones legales. Lo que ya no podemos aceptar con tanta naturalidad son convocatorias ante sedes de los partidos, antes y ahora, que obedecen muy poco a la espontaneidad y mucho a la acción coordinada en redes sociales. Estas protestas las carga el diablo y a las pruebas me remito, porque cuando los ánimos se exaltan la cosa se descontrola y surgen voces estemporáneas, descalificaciones e insultos inaceptables y tuits (ahora X) que son de todo punto rechazables.

Se equivocan García Gallardo o Veganzones apareciendo como puntas de lanza en estas protestas. Es legítimo su enfado, están en el derecho de sentirlo como lo sentimos millones de españoles, pero no por eso debemos colocarnos en la marginalidad y, de paso, dar alas y razones a quienes justifican que su partido, Vox, es la causa más evidente de que haya miedo, y no es poco, a la llegada de la derecha al Gobierno de España.

Hay mecanismos para canalizar el disgusto. La Junta acierta en llevar a los tribunales las cesiones del PSOE si considera que perjudica, ¡y vaya si lo hacen! a nuestro territorio, porque al fin y a la postre el dinero no es infinito y bien sabemos que a la hora del reparto, quien menos chilla y más cumple sale trasquilado ante quien vocea y puede utilizar el chantaje. Y si el dinero es ya de por si un problema, el trato judicial a la carta del que nos hablan, si se confirma, es el ejercicio de mayor desigualdad entre los ciudadanos, porque promueve que el delito por razones políticas puede no existir y pero si es por otra causa sí. Todo esto es por interés particular, no general. España no se romperá, pero desde luego consagrará una evidente desigualdad en el trato.