RUIDO BLANCO

Responsabilidad en funciones

Los estrategas son lo peor que le ha pasado a nuestra democracia

El espejo es Sánchez

La fiesta triste

ICAL

En el calendario de la oportunidad política y el futuro en legislaturas no hay tiempo para grandes acuerdos. Ni siquiera los más burocráticos y necesarios para el correcto funcionamiento del sistema y para cumplir la legalidad constitucional y los Estatutos de Autonomía. Andan los políticos ... tan enganchados al odio (confesó Óscar Puente eso de que hay que «golpear duro» o eres irrelevante y Miguel Ángel Rodríguez que su estrategia con Ayuso es «para cada insulto recibido lanzar dos») que los consensos quedan tan pendientes como dejar de fumar o apuntarse al gimnasio. Dicen los estrategas políticos que el momento oportuno aparecería sin elecciones inminentes ni a la vista y esa situación raramente se da en España cuando las convocatorias a las urnas no van acompasadas y desde que la inestabilidad de los parlamentos fragmentados ha multiplicado los adelantos electorales. Los estrategas (llámense asesores, consultores o gurús) son lo peor que le ha pasado a nuestra democracia. Nunca es un buen momento porque el estratega ha enajenado al político convenciéndole de que acordar con el contrario es una debilidad y una derrota. En este falso axioma está el origen de gran parte del fango.

La UE intenta mediar entre PSOE y PP para que renueven el Consejo General del Poder Judicial. El presidente Sánchez aprovecha cada intervención pública para acusar a los populares de impedir acuerdos de país y Feijóo le responde que las propuestas del sanchismo esconden chantajes. Sin embargo, casi nada se habla de que Castilla y León mantiene un bloqueo similar en todas sus instituciones propias. El Procurador del Común, el Consejo de Cuentas, el Consejo Consultivo y el Consejo Económico y Social acumulan un retraso en su renovación de hasta dieciocho meses en el caso más sangrante. Supone la misma irresponsable dejación de funciones de sus señorías procuradores que, sin embargo, parece no importar a nadie. No existe interés autonómico, autonomía política ni compromiso territorial. Solo poder y siglas. La gravedad nacional es aquí una anécdota. Esa inconsistencia desmorona esta generación política.

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