RUIDO BLANCO
Lo imposible
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónAunque se tome su tiempo, la ciudadanía acaba pidiendo cuentasNo había la calma que en las playas del sudeste asiático aquel 26 de diciembre segundos antes de que el tsunami lo destruyera todo. En todas las sedes socialistas vivieron con temor pero con un hilo ... de esperanza este 28 de mayo ansiando que la gran ola del cambio de ciclo político que advertían las encuestas y la calle no fuera tan alta como para engullirlos a todos. Pero hubo tsunami contra un sanchismo que ya había carcomido el PSOE sin demasiada contestación interna porque todavía lo alimentaba el poder. Hasta que aquel maretazo salado se hizo lágrimas desarmando alcaldías y autonomías. Dice que lo presintió Óscar Puente al comenzar el recuento y ver los porcentajes nacionales de voto: «Si sobrevivimos será un milagro», confesó a los suyos y esta vez no hubo milagro porque Pedro Sánchez se guarda todos para sí mismo.
Llegó el tsunami y, como en 'Lo imposible', de José Antonio Bayona, arrasó sin miramientos. Se vieron revueltos e intentando respirar bajo el agua a manotazos Puente, De la Rosa, Clara Martín, Lambán, Puig, Fernández Vara o Espadas. Lastrados por los indultos, el mercadeo, las listas de Bildu, las chapuzas legislativas, la soberbia de Podemos, el moralismo impuesto y la traición al socialismo. Cuentan que en la gran ola veían siempre el rostro de Sánchez y ahí encontraron la coartada para, otra vez, desterrar la autocrítica. ¡Todo es culpa de Sánchez! Se unieron al unísono por cientos ediles y presidentes como buitres oliendo a muerto. Haciendo hoy lo que ayer afeaban al resto. Algo tendrán que recriminarse porque hubo supervivientes. Salió a flote Carlos Martínez, abrazado a la UPL Jose Antonio Diez y a duras penas García Page.
El sanchismo, cautivo y desarmado, espera la segunda ola que lo desaloje de La Moncloa. Y Pedro Sánchez busca esquivar lo imposible con un adelanto electoral sorpresivo. Quiere su último milagro maquiavélico. Eso o acortar la agonía y las pedradas de los suyos. Explicó Bayona que en su película «no hay un tsunami, sino dos. Uno es físico, brutal y miserable. El otro es emocional, tierno y colosal». La política no conoce la ternura. Aunque se tome su tiempo la ciudadanía acaba pidiendo cuentas.
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