RUIDO BLANCO

Un abrazo

Llegan días para echar de menos, de lágrimas secas bajo luces de colores que solo empapan los abrazos sinceros

Varios jóvenes se abrazan en una imagen de archivo M. M.

Hay cientos de palabras mudas amontonadas en un buen abrazo. Las conversaciones que tuvimos y las pendientes. Los recuerdos y los planes de futuro. La nostalgia, el amor, el cariño, el respeto y hasta la esperanza. La humanidad son dos personas entrelazadas para siempre ese ... intervalo de tiempo impreciso que dura un instante.

Una inmensidad minúscula en la que cabe incluso una despedida. Si a escribir se aprende escribiendo a abrazar se aprende abrazando. Y debe ser cierto. No hay nada más acogedor que el abrazo de un abuelo que consigue aquello que escribió Almudena Grandes, que «afuera de aquel abrazo no hubiera nada, solo vacío». Vacío y luz, como en los retratos del Greco.

Llegan días para echar de menos, de lágrimas secas bajo luces de colores que solo empapan los abrazos sinceros. Días de mesas con alguna silla vacía y de hasta mesas donde solo aguarda una silla que en otro tiempo fueron tradición y bullicio.

Noches en las que algunos se sentirán más solos que de costumbre en una sociedad que está tomando la soledad por hábito. El olvido por epidemia. A ellos quiero llevarles hoy este abrazo con el que envolver la tristeza azul Goethe. La soledad es muy parecida a la felicidad porque no es ni definitiva ni perpetua por eso dijo Henri Bosco que «nunca se está solo de la misma manera».

Les lanzo este abrazo de lejos (porque se puede abrazar en la distancia) para intentar reconfortar esa soledad navideña, hecha de añoranza y recuerdos dichosos, recurrente en el catálogo anual de soledades. Un abrazo humilde como epifanía de esas pequeñas cosas que, con los años, uno aprende a saborear como las únicas que merecen la pena. Un abrazo que sea un recuerdo nuevo y un aliento. Un abrazo sereno, confortable en la multitud de tantos brazos que ojalá hagan parada en esta página.

Que huela a hogar en una repentina y efímera familia de desconocidos. Que suene a infancia ilusionada. Que envuelva un reencuentro. No hay nada perdido si fue vivido intensamente. Hay una manera distinta de estar solo. Arropado en esta frugal comunidad inesperada de la que ahora usted es una porción imprescindible. Por suerte, también se puede abrazar con palabras.

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