entrevista
Carlos Rod: «Desde el inicio quisimos ser una editorial que acompañara a los autores»
Al editor de La uÑa RoTa, reconocida con el Premio Nacional cuando está a punto de cumplir 30 años, le gusta pensar que su proyecto sigue aportando «cierta frescura y audacia» y avanza que harán más hincapié en una narrativa «distinta»
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Iniciar sesiónAdentrarse en la calle del Grabador Espinosa en Segovia da cierto alivio. Supone alejarse del continuo trasiego de turistas que suben y bajan desde el Acueducto a la Plaza Mayor y viceversa. Esta empinada y estrecha travesía en la que vivió María Zambrano albergó entre ... 1813 y 2000 casi una decena de imprentas. Hoy no queda nada de ellas, pero dos negocios muy próximos intentan mantener vivo el vínculo del entorno con el libro. Uno de ellos es la librería de viejo Torreón de Rueda. El otro, más arriba, en la calle Seminario, es Ediciones La uÑa RoTa, recién galardonada con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural.
Las contrapuertas del local que alberga la editorial, en madera de un tono entre grisáceo y azulado, trasladan a aquella época en la que toda esta zona olía a tinta y papel. Allí nos recibe Carlos Rod (Segovia, 1972). 'alma mater' del proyecto, y una de sus autoras de cabecera, la poeta Ángela Segovia, que desde hace unos meses trabaja también como editora. Antes de entrar, se disculpan por la acumulación de cajas que hay en el interior. Son consecuencia del trasiego que han tenido en los últimos meses de feria en feria. Su última parada fue Madrid. Fue allí donde Carlos recibió la feliz noticia, que le ha hecho «de repente ser consciente de que desde fuera se está valorando un catálogo» que reúne más de 150 títulos. Dice que no ha dejado de «jugar» con cada libro que ha editado desde que en 1996 sacaran 'El saludo del francotirador partiendo la noche', de Fito Merchante. Su vocación se despertó con los fanzines, una experiencia «muy lúdica» que unió al segoviano en los años noventa con varios jóvenes con sus inquietudes, entre ellos Arcadio Mardomingo, que hoy sigue siendo el diseñador y maquetador.
-¿Qué recuerda de los inicios?
-Cosas que aún siguen presentes, como que había un deseo de jugar. Siempre he asociado la editorial a una forma de juego, a jugar con el formato, el contenido, las formas de maquetar, la tipografía... No solo a la hora de hacer libros, sino también portadas. Esas formas, que generan siempre inconvenientes, vienen del fanzine. Jugar significa hacer las cosas con alegría y esa era la idea.
-Aprendió metido en faena.
-Sí, libro a libro. A veces nos equivocábamos... Hay como un punto ahí de estar siempre a lomos de un caballo desbocado. En estos últimos veinte años la tecnología ha cambiado mucho, pero hemos tratado de ser fieles a una poética.
-¿Cree, entonces, que han mantenido sus señas de identidad?
-Sí, cuando comenzamos me fijaba mucho en los libros que leía. Anagrama era una editorial que en los 90 estaba en plena efervescencia. También estaba El Gaviero con Ana Santos... Eran referencias que iba incorporando. Tenía muy claro desde el principio que queríamos ser una editorial que acompañara a los autores que publicamos e inclinarnos por textos que fueran mestizos en muchos aspectos: poesía y narrativa, poesía y teatro... Que arriesgaran desde el principio.
-¿En qué ha cambiado el mercado editorial desde entonces?
-Cada vez está más concentrado debido a que los grandes grupos han adquirido un montón de editoriales. Aquellas con las que crecí (Anagrama, Seix Barral, Tusquets, Lumen...) pertenecen a Random House o al Grupo Planeta. Eso se ha notado mucho. Ya no son independientes, no eligen sus propios títulos. Otra de nuestras políticas ha sido la de difundir voces nuevas y eso también estaba antes en estas otras editoriales. Esa concentración se nota mucho en las novedades de las librerías. Están dominadas por las modas que imponen esos grandes grupos y es más difícil acceder a ellas. De un tiempo a esta parte se ha encrudecido. El mercado te obliga a tener un rendimiento inmediato y es complicado. Estos días atrás me ha dado por pensar que este premio es producto de la autoexplotación de Arcadio y mía, de estar horas y horas trabajando sin horarios ni sindicatos detrás. ¡Me he dado cuenta de lo autoexplotado que estoy! (ríe). Siempre hay algo de intentar mantener este barco a flote. Hemos tenido que buscar vías para llegar a lectores independientes y que las librerías entiendan la constelación de nuestro catálogo.
-Le gusta decir que no es un editor independiente, sino dependiente de sus lectores independientes. ¿Por qué?
-Siempre nos hemos sentido ajenos a esa nomenclatura. Preferimos vernos como una editorial que depende de la persona que llega a nuestros libros sabiendo que no entran en ciertos canales de distribución. Dependemos de lectores con una curiosidad propia, un criterio personal...
-¿Qué toque diferente le gusta pensar que sigue aportando La uÑa RoTa?
-Quiero pensar que desde siempre ha aportado frescura, audacia... Cierto tipo de literatura menor que para nosotros no lo es... Loca en muchas ocasiones, un tanto impertinente también, irreverente en los diseños de las portadas y de muchos de sus textos... Un poco antimercado. No sé si es verdad, pero es el deseo que me empuja cada año.
-¿Qué significa ser editor para usted hoy?
-Sólo se puede responder a esa pregunta con cada libro. Si me autoexploto es para mantener una idea viva, que está relacionada con el hecho de que editar me satisface. Me sigue entusiasmando y me parece un oficio de los más bellos que hay en el mundo. Una de nuestras líneas ha sido publicar textos inéditos y lo cumplimos en más del 90 por ciento. Creemos que nuestros libros están satisfaciendo un deseo y una demanda de autores y lectores y ahí está el sentido de nuestra existencia. Ser editor hoy significa seguir editando a contragolpe, publicando contra los discursos dominantes que están en el mercado.
Con ese propósito se fundó la editorial en 1996 y nació su primera colección, 'Libros Inútiles'. Le siguieron, en 2003, 'Los Libros del Apuntador' y en 2005, 'Los Libros Robados', que al principio reunía, como su propio nombre indica, «libros robados a la escena», aunque luego esa definición se quedó corta. «Cuando empecé dramaturgia, me di cuenta de que había un montón de textos que no se podían comprar en las librerías (...) Era un momento de efervescencia de autores en los teatros alternativos de Madrid como 'La cuarta pared', 'Pradillo' o 'El Canto de la Cabra', donde se estrenaban textos que a mí me encantaban y no estaban publicados».
-'Los Libros Robados' reúne textos de algunos de los principales dramaturgos españoles: Juan Mayorga, Angélica Liddell, María Velasco... ¿Cómo llegaron a ellos?
-Hay que tener en cuenta que cuando comenzamos a publicar no eran tan conocidos como ahora en el campo que nos movemos, que es el de las librerías. Es cierto que Angélica era muy famosa en Madrid cuando publicamos 'La casa de la fuerza', que fue un boom a nivel europeo, pero en las librerías no. Con Juan Mayorga no fue así porque ya era bastante conocido, pero publicar un libro de 700 páginas con sus 20 títulos desde 1996 hasta 2014 cuando las librerías apenas tenían una sección de teatro era dar un golpe en la mesa, arriesgarse mucho. Fue una apuesta que funcionó bien. Y con María Velasco pasó más o menos igual... Cuando publicamos 'Talaré a los hombres sobre la faz de la tierra', que fue el texto que le dio renombre, tampoco estaba en las librerías... Luego ha tenido una historia fulgurante.
-¿Soñaba con publicar a algún autor que consiguió?
-Afortunadamente sí. Desde el principio, Samuel Beckett... Lo hemos publicado ya tres veces y una biografía suya. Fue una satisfacción y tuvimos la suerte de contar con su mejor traductor: Miguel Martínez-Lage. Son de las cosas que te animan a seguir editando.
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-¿Qué le hizo mantenerse en Segovia, alejado del bullicio cultural?
-A Madrid hubiera sido muy fácil irme. De hecho, ya estaba allí viviendo... Pero el hecho de volver tuvo que ver con los principios editoriales. Lo tuve claro. Nací aquí y la idea era seguir aquí. También había una vocación periférica, de estar en los márgenes... Segovia me evoca un paisaje visual, sonoro, un tipo de edificios... Luego, el bullicio cultural tiene que ver con presentaciones, festivales... Hemos vivido muy ajenos a eso. Me da paz.
-Ana Zamora, David Pinillos, Carlos Rod... ¿Qué tuvo esa generación de los 70 que dio tantos segovianos referentes en el ámbito cultural?
-Eso me pregunto yo. No sé si ha sido coincidencia o no... Siempre digo que en Segovia en los 90 hubo una ebullición artística.. Éramos jóvenes, más desprejuiciados que ahora, salíamos mucho de fiesta y había mucha convivencia, ganas de comunicarse cosas, pasarlo bien, una espontaneidad sana... Estaba el Taller Municipal de Teatro, que funcionaba muy bien; la galería 'La Casa del siglo XV', abierta a otros discursos artísticos... Esa energía la hemos conservado cada uno a su manera.
-En 2026 cumplirán 30 años. ¿Lo celebrarán?
-Nos lo hemos planteado, pero luego nos preguntamos hasta qué nivel nos podemos autoexplotar para abarcar otras actividades y la respuesta suele ser que ya no tenemos edad. Nos encantaría alquilar este espacio (señala al local contiguo, que albergó el bar El Saxo) y promover en él encuentros sobre literatura, música, artes... Y tener una especie de biblioteca de libros raros, pero para eso necesitamos una persona que se encargue de gestionarlo y no es fácil en Segovia. ¡Y es mucho dinero!.
-¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?
-Seguiremos nutriendo nuestras líneas editoriales y vamos a hacer más hincapié en la narrativa. Igual que con el teatro lo vimos enseguida, tardamos mucho en dar con el tipo de poesía que queríamos. Luego encontramos a Ángela Segovia, Carlos Bueno Vera, Gabriel Cortiñas... Autores que entienden el lenguaje de una forma poética. Ahora con la narrativa queremos hacer algo parecido. Creemos en una narrativa al margen de sus convenciones, algo híbrido con otros géneros. Siempre nos hemos jactado de no publicar novela y ahora vamos a jactarnos de publicar una novela distinta.
-¿Qué hubiera sido de no terminar como editor?
-Editor. Es que no se me ocurre otro oficio.
-Tenía que haber empezado por aquí, pero será la última pregunta. ¿Qué supone el Premio Nacional?
-Es complicado. Es ser consciente de repente que desde fuera se está valorando un catálogo y eso genera un poco de vértigo. Luego, con estos premios te acuerdas de personas que nos han ayudado, de los autores y autoras que nos han dado la confianza. Nos han llegado ecos de mucha gente que se ha alegrado con este premio y eso emociona. Es muy bonito.
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