Por mi vereda
Un papel cumbre
Ambas supieron nadar contra corriente, sobrellevar la adversidad, vivir de acuerdo con unos sentimientos auténticos.
Concha Velasco en el papel de Santa Teresa
Hay muchos miles de españoles para quienes Concha Velasco será siempre Teresa de Jesús. Más ahora, al dejar este mundo terrenal reafirmando su condición católica. Ambas supieron nadar contra corriente, sobrellevar la adversidad, vivir de acuerdo con unos sentimientos auténticos. Movidas por una energía incombustible, ... dejaron al margen pesadas convicciones sociales. Nadie pudo haber encarnado mejor a la santa. En los primeros meses de 1984, Televisión Española estrenaba la serie de ocho capítulos dedicada a su vida y obra. Cuando en el ente público se guardaba un respeto a la historia y al espectador. Costó unos 400 millones de pesetas de la época, se rodó en numerosos exteriores de las dos Castillas, Andalucía y Extremadura y logró un rigor histórico admirable. Para recrear los dos cenobios abulenses de la Encarnación -donde profesó- y San José -su primera fundación-, ante la imposibilidad que utilizar los reales por la clausura, se construyeron unos decorados en estudio de casi 10.000 metros cuadrados.
Méritos de su directora, Josefina Molina; del minucioso asesoramiento de Víctor García de la Concha, y de los guiones que pergeñó Carmen Martín Gaite. Porque talento llama a talento. Tanto es así que, por aquel entonces, la Conferencia Episcopal reconoció el acierto de la producción por su fidelidad a la persona, a la doctrina, al espíritu y mensaje de la reformadora del Carmelo. Y en los conventos de la orden, las monjas veían cada semana la serie, algo muy excepcional en la vida intramuros. La interpretación de nuestra paisana es sencillamente sublime. De las vivencias místicas a los diálogos con sus hermanas, frailes y nobles. Del encierro de ganado bravo con el que se topa a su llegada a Medina del Campo, segunda fundación, a sus muchas horas sobre la albarda con la mula al paso cubriendo leguas por esa España del siglo XVI, de mala noche en malas posadas. Además, con un reparto sobresaliente en el que Paco Rabal es Alonso, su padre; Emilio Gutiérrez Caba, San Juan de la Cruz, y Silvia Munt, Ana de San Bartolomé.
Por su ambientación sobria y su ritmo pausado, la serie transmite paz. Fue un éxito de audiencia y de crítica que, por desgracia, tiene muy poco que ver con las anodinas producciones actuales. Una obra de antología. Concha Velasco confesaba que, como actriz, había sido sin duda su mejor trabajo. A los ojos del espectador alcanza un mimetismo casi absoluto, fruto de un rodaje intenso y de una preparación a conciencia. De hecho, al día siguiente de la escena de su muerte, sintió la imperiosa necesidad de bajar por la escalera haciendo una revista para, de alguna manera, liberarse de la fuerza del personaje. Esa versatilidad de registros también denota grandeza, sea de Chica Ye Ye o de la Cruz Roja, Hécuba o Carmen Carmen, de la mano de Celia Gámez o Antonio Gala. Pero en nuestros corazones, en nuestra memoria, Teresa. Un papel cumbre.