por mi vereda
El Cid cabalga
Paisajes hermosos de llanura, serranía y montaña. Paisanaje singular de labriegos, arrieros y curas. Con un patrimonio monumental único, reflejo de los pueblos que lo habitaron.
Fábula del cangrejo okupa
Valladolid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónLa fascinación que ejerce España sobre los extranjeros viene de lejos. Durante el siglo XIX comenzaron a llegar algunos viajeros europeos y norteamericanos, al calor del movimiento romántico, en busca de un país atrasado, ribeteado con rasgos exóticos, casi orientales. Paisajes hermosos de llanura, serranía ... y montaña. Paisanaje singular de labriegos, arrieros y curas. Con un patrimonio monumental único, reflejo de los pueblos que lo habitaron. Como aquellos viajeros eran además tipos instruidos y curiosos, plasmaron en papel cuanto observaban por la piel de toro. Al francés Théophile Gautier le aquejaba una cierta frustración por no haber sido asaltado por alguna partida de bandoleros en sus andanzas por los caminos. Al diplomático estadounidense Washington Irving, además de quedar cautivado por La Alhambra, le sorprendió la idiosincrasia de unas gentes con tendencia «al arte de no hacer nada», siempre que tengan sombra en verano y sol en invierno. Mientras que George Borrow, Don Jorgito el Inglés, que convivía con gitanos y llegó a entrar en el trullo, firmó magníficas descripciones costumbristas y censuraba rasgos cerriles del catolicismo, amén de su credo protestante.
La cosa, ya avanzado el siglo XX y de la mano de un tal Manuel Fraga Iribarne, se popularizó por toda Europa y, cada verano, cientos de miles de europeos empezaban a llegar a Benidorm, la Costa del Sol o los archipiélagos. Pero aparte de las bondades del turismo del sol y playa, siempre ha habido otro tipo de turismo, más enriquecer la mente y menos recreativo. Como el que le gusta a los japoneses, ese pueblo que fue a evangelizar San Francisco Javier, que envió un samurai a Coria del Río hace cuatro siglos, que ama de veras nuestra cultura, nuestra gastronomía y nuestras tradiciones. Un visitante educado que es todo un ejemplo, ya sea asistiendo a una novillada de verano en Las Ventas, visitando la Catedral de Toledo o fotografiando los sillares milenarios del acueducto de Segovia. En 2019, último año anterior a la pandemia, casi 680.000 ciudadanos nipones viajaron a España. Ese carácter tranquilo, junto a su elevado nivel de gasto en un circuito combinado por varias ciudades, hacen de su perfil uno de los más codiciados, aunque la afluencia actual no alcanza ni de lejos esa cifra.
En esa búsqueda de nuestras raíces, el embajador de Japón en España, Takahiro Nakamae, realizó un viaje particular por tierras de Soria hace unos días y se desplazó a Gormaz, la villa que corona una impresionante fortaleza de los tiempos del califa Al Haquem II. Allí mismo, un modesto albergue dentro de la ruta del Camino del Cid luce en su fachada la bandera nipona, en recuerdo de la visita de un colega suyo hace cuatro años, reflejada incluso en una placa. Nakamae describió lo vivido como una «experiencia emotiva». Polvo, sudor y hierro, el Cid cabalga hacia el país del naciente... Cosas de la globalización que no pudo barruntar Manuel Machado.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete