Prohijar a Gaudí
«Los pueblos adquieren dignidad en la medida en que se acoplan con sus personajes más dignos»
El corresponsal

Gaudí, el arquitecto de Dios que edificó Botines en León y el Palacio Episcopal en Astorga, es ya venerable en su camino hacia la santidad. El Vaticano avanza en un proceso único para elevar a los altares a uno de los genios hispanos más luminosos ... y polisémicos. Nos jugamos mucho, dada la entidad del personaje: disponemos por aquí de dos de sus creaciones, de las pocas que abordó fuera de Cataluña, entre ellas el palacio ubicado en la Plaza de San Marcelo, que con tanto primor acaba de restaurar Fundos, su custodia y tutora.
Los pueblos adquieren dignidad en la medida en que se acoplan con sus personajes más dignos, y esta tarea es lo más importante que podemos emprender en los próximos años, especialmente durante el próximo, el del centenario de su muerte, que debería ser declarado evento nacional de categoría excepcional, como acaba de reclamar el Partido Popular en el Senado.
Y esa reivindicación ha de girar en torno al conjunto de su figura, que no es un arquetipo catalán sino universal: la inserción de un personaje inabarcable que encarna lo mejor que dio España en esa fase dramática de finales del siglo XIX, en la que surgió tanto talento en medio de tantos contratiempos .Comerciantes leoneses y el episcopado astorgano fueron capaces de contratar al mejor para construir sus sedes en aquella época.
No debería resultarnos más difícil a nosotros reivindicarlo, y en ese proceso de reconocimiento, profundizar en su figura y su legado. Y generar energías que conviertan en cotidiana y reconocible la figura de Gaudí entre nosotros, promoviendo la fuerza necesaria para que ambos edificios sean acreditados como Patrimonio de la Humanidad, como se viene reclamando, y se establezcan recordatorios sistemáticos como los que tienen Berruguete, Jorge Manrique, Miguel Delibes y tantos otros que no tienen más mérito por el simple hecho de haber nacido en esta tierra.
En el espíritu de Gaudí, el comercio no estaba reñido con la fe si se ejercía con rectitud. La escultura de San Jorge, colocada en la fachada de Botines, no es decoración, sino mensaje: cada acción debe ser recta y justa. Ese mensaje y ese legado nunca están de más por estos lares. Motivos sobran para prohijar a Gaudí, ahora venerable.
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