El pensamiento circular
La muerte con las botas puestas es siempre un testimonio de categoría, el de la tribu de los periodistas obligados a dar cuenta de lo ajeno
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Iniciar sesiónEl pensamiento circular es probable que me tenga atrapado cada domingo por la mañana al enviar esta colaboración a jmayala@abc.es. Y no solo porque Silvia propusiera la canción de Iván Ferreiro ante el féretro y quienes lo secundábamos en el tanatorio. La reincidencia ... de la ausencia se hará presente cada vez que este artículo busque, sin posibilidad, a quien primero lo recibía. La despedida ha sido demasiado apremiante. En efecto, todo quedará absorbido circularmente, en un círculo vicioso.
La muerte con las botas puestas es siempre un testimonio de categoría, el de la tribu de los periodistas obligados a dar cuenta de lo ajeno, que ante lo propio experimentan un vértigo dual: sufrirlo y contarlo. Y por mucho que el diagnóstico de la enfermedad arrojara un pronóstico inapelable, Ayala decidió seguir a lo suyo, yendo a trabajar. El día tuvo su mañana, pero sin embargo no tuvo su tarde. Llenar la maqueta era una cuestión de prelación, de prioridades. Y esa noche postrera, en 'Cuestión de Prioridades', compartí con José Luis, el mentor de Ayala, el plató más triste. («El payaso soy yo, y río, río, / con mi cara pintada de alegría, / pero por dentro, amigo, te confío, / que estoy llorando el llanto de mi día.»). Rompiendo, con la ausencia, la cuarta pared de la amargura. Y saliendo de inmediato a velar el cadáver tras la careta de salida. Se ve que el oficio les viene a Ayala, a Erice, a José Luis de la misma urgencia del cierre; de que esa es la prioridad, la mayor cuestión por encima de todas las demás: llegar al cierre. Solo que el cierre del miércoles fue también una despedida.
Hay diferentes formas de morir. Una de ellas permite seguir viviendo: en la memoria y en la hemeroteca. En las personas respecto de las cuales se ha ejercido una influencia con la levedad del testimonio. En la intensidad de la muerte con las botas puestas. En la tesitura de los cincuenta años, celeridad antinatural que presagia una segunda vida pendiente en las personas que compartimos esa corta dimensión. En el paraíso donde fueron las linotipias, las planchas de impresión, los clasificados, las maquetas, los corondeles, las montañas de papel… habita Ayala. En circular. Sin fin. Donde jamás lo olvidaremos.
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