El gran debate

Las decenas de delegados que acudirán este viernes desde las provincias de la región llevarán consigo las conclusiones de las reuniones preparatorias que se centran, principalmente, en cómo integrar la «cultura vocacional» (término acuñado por el obispo de Palencia, Garciandía) en el contexto cultural de una sociedad del bienestar que se enfrenta a elevados índices de fracaso juvenil y a problemas en la institución matrimonial.

Además, las congregaciones religiosas, los conventos y los seminarios sufren un declive constante que los vacía y genera nuevos problemas para los que no siempre existen soluciones ni recursos económicos. Este es el principal apuro de una Iglesia que, por otra parte, está rejuveneciendo el episcopado, pero que aún no encuentra la fórmula para afrontar la crisis vocacional.

La Iglesia conoce los ingredientes, pero busca la receta. El papel de las mujeres será determinante en este sentido, y sin ellas no será posible resolver esta crisis. Además, es necesario superar de una vez los temas relacionados con la sexualidad y los abusos, el mantra de una sociedad cada vez más exigente pero que a menudo niega a la Iglesia el papel fundamental que desempeña en la atención de las necesidades generadas por un sistema que prioriza el dinero por encima de la igualdad de oportunidades. En esto se está siendo muy injusto con la Iglesia y ésta debe reivindicar su papel con determinación y sin complejos, y convertir el problema de las vocaciones en un asunto de interés común: cuanto mejor le vaya a la Iglesia en este ámbito, mejor le irá a la sociedad. Los delegados de la región que acudirán este fin de semana a Madrid llevan consigo una tarea apasionante.