Cañones y mantequilla

Barato, responsable nacional, se empleó con más empeño que acierto en desacreditar la reforma del presupuesto de la Unión Europea. Y como a las subvenciones agrícolas se va un tercio del presupuesto, la PAC será objeto de ajuste y subsanación. Obviamente, arrojar leche o estiércol protestando por las calles de Bruselas o de Soria es una opción aparatosa pero que no implica tener la razón. Ser un lobby te asegura teatralidad, reciprocidad con partidos y gobiernos y cierto ascendente sobre la dirigencia bruselense. Otra cosa es tener razón.

La PAC requiere una reforma acorde a la que precisa la propia Unión Europea: una entidad anquilosada, en exceso burocrática, orientada a gestionar más el pasado que el futuro y que merece ser apoyada en su voluntad de introducir reformas de calado en aras de una eficiencia de la que adolece frente a los pujantes y diversos modelos norteamericanos, chino e indio.

La necesidad de más industria, más tecnología, más progreso e innovación tecnológica para tener un sitio en la carrera por el futuro que se libra, entre otras, en la inteligencia artificial. La PAC favorece a los tenedores de tierras más que a la economía de la producción y es injusta con sectores no agrarios que no disponen de acceso a una política de subvenciones tan ingente y no parece estar en precio si de lo que se trata es compensar el abandono de los pueblos mediante subsidios. Por ahora no parece haberse conseguido. El campo se despuebla.

Lo que ocurra con el presupuesto y la PAC en los próximos meses es crucial y habrá bronca. Es de esperar que Dujo y su equipo acierten al calibrar la naturaleza del problema en Castilla y León: subsidiar lo que no se sostiene por sí mismo sin subvención es injusto para quienes están fuera, pero están pagando. Será un desafiante debate para adultos.