buenos días, vietnam
Por el pasillo que lleva a Belén
Sonaba la infancia dentro de nosotros, aunque entonces no lo supiéramos
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Iniciar sesiónAquella noche de antaño en que el pasillo de casa era el mundo entero, la Gran Vía sin luces, la ruta más larga hasta por la mañana… hasta ésta mañana exacta: Seis de enero de la infancia.
Lo recorríamos por la noche camino de la ... cama nerviosos, como si cada cinco de enero fuese una primera vez y a la mañana siguiente lo descubríamos igual que una ciudad nueva entera por explorar. Un pasillo de un piso cualquiera era más grande que Manhattan, tenía más misterio que Hong Kong, llevaba directo a Belén. En él cabía el desierto entero de Thar, tres camellos y cincuenta personas -entre reyes y pajes- de puntillas y en comitiva
Dormirse a cinco de enero fueron nuestras Termópilas de la infancia. Lo que sé de la paciencia lo extraje de aquellas noches. Y antes de conseguir cerrar los ojos todo se poblaba de sombras y de ruidos desconocidos en el bosque profundo del pasillo. Con la puerta cerrada de la habitación escuchaba el mundo discurrir por él. Se intuía, muy quieto en la cama, el sonido de las galletas que desmigaban y el borde de tres copas al brindar. Yo oía, incluso, el cuero de los zapatos nerviosos y los cordones expectantes mientras les dejaban custodiando los regalos que no habríamos cambiado ni por oro, ni por incienso, ni por mirra.
Sonaba la infancia dentro de nosotros, aunque entonces no lo supiéramos, y el árbol de Navidad, encendido toda la noche, tenía ese halo de faro para que no se perdieran o se pasaran sin darse cuenta una casa más allá. Aquel pasillo, que como la infancia era de una sola dirección. Pasillo de los partidos de fútbol y las victorias estrechas, corredor de los pasos perdidos, pasillo del cinco de enero, del seis recién amanecía y de la incertidumbre de no saber si habrían llegado y de los nervios de no querer mirar.
Ahora nos ilusionamos por otros pasillos y el sonido de unos tacones en noches en vela que no queremos que tengan final.
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