buenos días, vietnam
Obertura para un nuevo año
Hoy hemos amanecido y los hay muy nerviosos por ver en qué invierten estos trescientos sesenta y cinco días como si la novedad les hubiera cogido por sorpresa
Celebración de la entrada del nuevo año en la Puerta del Sol de Madrid
La vida va cogiendo impulso después de los veinte, adquiere más que inercia gravedad. Y se acelera y se dispara hasta que uno cae en la cuenta de que hace un rato era verano y ahora ya casi ha pasado Navidad. Ocurre lo mismo con ... los años. Cuándo exactamente nos hicimos adultos, cuándo dejamos atrás ese limbo de los justos adolescentes donde las responsabilidades eran etéreas. Maduramos sin previo aviso, que será para lo único para lo que no hay que pedir cita en la administración ya.
Uno de enero de cuándo. Hoy es 2023 y mañana 2024. Y lo único que nos llevamos son esos ratos machadianos en los que «entre nublado y nublado / hay trozos de cielo añil». Y las sobremesas con los nuestros, las lealtades forjadas a base de vermú y de confidencias, un puñado de artículos buenos, un caldo al fuego toda la mañana, un olor -tan sólo uno-, y unos versos que casi siempre se quedan grabados en la infancia. El odio visceral a las pepitas de las uvas cada treinta y uno de diciembre, dos canciones que no olvidaremos incluso si nos secuestra el Alzheimer la memoria, tres o cuatro viajes y con suerte el recuerdo de un amor o dos. Y todo ello al compás de la marcha Radenzky que es como se enhebran los años y los siglos.
«El sol sale, el sol se pone… / esto ya existía / siglos antes de nosotros»
Hoy hemos amanecido y los hay muy nerviosos por ver en qué invierten estos trescientos sesenta y cinco días como si la novedad les hubiera cogido por sorpresa. Los mismos que no querrían que fuese bisiesto por no tener que pensar en que les descuadre un día más. Repartirán el año entre el gimnasio al que no irán, los libros que no leerán, las películas que no verán y otras tantas cosas que les martirizan puntualmente cada uno de enero sin caer en la cuenta de que lo único importante es lo que sí se hace, y sobre todo el cómo, las formas y con quién.
Va a ser verdad que somos hijos de Dios, el suyo nació anteayer y ya piensan en crucificarlo mañana o pasado o cuando les sea posible, pero a la mayor brevedad porque el año apremia.
Qué la vida iba en serio uno lo empieza a entender hoy que es uno de enero y cuando nos queramos dar cuenta será treinta y uno de diciembre otra vez.