buenos días, vietnam
Mariscadores de votos
Cortan hasta el cordón umbilical como si los recién nacidos fuesen también obra del ayuntamiento
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Iniciar sesiónHay que inaugurar la ciudad porque el calendario electoral aprieta. Hay que estrenar el centro, los barrios, la catedral que no pudo inaugurar Juan de Herrera porque se lo llevó Felipe II a trazar El Escorial, carriles bici, noviazgos, la primavera, los patos del estanque ... del parque de turno, el río como si fuese nuevo, la Plaza Mayor como si la acabasen de edificar... Hay que inaugurar incluso lo que ya estaba presentado de la legislatura anterior. Inventarse una urbe entera como si hasta ahora nadie hubiese vivido en ella, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid o que a partir del 3 de abril ya no se pueden vender las bondades de la legislatura porque se considerará un acto de campaña.
Es para esto para lo que se pasa cuatro años entrenando cada alcalde como un atleta. Ellos entrenan para correr, nadar o montar en bici y cada regidor de cada municipio de España para inaugurar todo en un mes. No hay más. Ejercitan ante el espejo cada noche. Hacen repeticiones para que no se les resienta el biceps, besan un muñeco de caucho con forma de bebé para después lograr el voto de todas las embarazadas que se encuentren a su paso, porque un alcalde de campaña es como el Papa de Roma: con la diferencia de que su reino sí es de este mundo y lo eligen los ciudadanos cada cuatro años y no Dios. A Dios se le engaña con más facilidad. Ellos metidos en faena electoral, como mariscadores de votos, que saben que éstos se consiguen uno a uno. Por eso cortan cintas, cuentan rollos, cortan hasta el cordón umbilical, como si los recién nacidos fuesen también obra del ayuntamiento.
Y a mí los que me dan lástima son los candidatos, los que hacen oposición. ¿Qué pueden inaugurar ellos que no han gobernado nada? Los veo en su casa, cada noche, dando discursos al aire, presentando ensanches de aceras imaginarias, presentando bibliotecas vacías, bendiciendo los perros de las vecinas del edificio por las mañanas. Ellos, que despertarán a su mujer cada noche con los espasmos del que sueña con cortar una cinta roja imaginaria como quién todavía siente la extremidad amputada por el síndrome del miembro fantasma.
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