Hoy, que ya no es 14 de febrero

Ahora que el amor es execrable, disfuncional, burocrático –estudio universitario mediante–, que todo son 'ex' y rupturas televisadas y monetizadas. Rupturas más largas de lo que duró el amor, que fue, apenas, «una lástima de incendio». Ahora que uno sólo se compromete con su carrera, consigo mismo, con su casero, con Netflix, Disney Plus, Glovo, Spotify, con la asociación 'salvar un lechazo de los paladares de los que todavía no han abrazado el veganismo, el karma les perdone', con la bicicleta porque su coche no puede entrar ya en la M-30 de Madrid, con cualquier cosa que le coarte la libertad, pero no con el amor que es heteropatriarcal y está obsoleto… Ahora que el amor es un invento del capitalismo y es mejor ser funcionario que andar ilusionado. Ahora veo una pareja besarse en un portal con nocturnidad y pasión y pararse también en el siguiente y en el siguiente. Se apoyan en la puerta con cuidado de no llamar a ningún timbre. Lo hacen, Calle Lagasca arriba, con habilidad, casi olímpica, a estas horas de la madrugada. Ellos son los únicos que conocen la libertad, que es un amor sin explicaciones que no le incumbe a nadie más. Mucho menos a la burocracia.

El compromiso… ¡El caso es que me suena! Eso debe de ser algo así como ser revolucionario y además estar dispuesto a asumir las consecuencias.