buenos días, vietnam
Historia de dos ciudades
Benditas gafas de sol para mirar la vida y a esto que, de no serlo, se parece mucho a la primavera con los termómetros eufóricos y los novios remoloneando en los portales
Estamos de pie en febrero, en medio de esta pronta primavera. Inauguramos soles, recorremos plazas y apuramos terrazas como si todo esto fuese apenas un préstamo. Como si a febrero le quedase aún un invierno por delante. Pero nosotros nos resistimos poniéndonos al sol. Al ... sol se hace la vida, se tienden alegres las ilusiones y se alargan las tardes y los amores, que es en lo que consiste todo. Ahora que la ciudad es nuestra, mientras la atemperamos para devolverle sus olores… Y huele a almendros y a urgencia de cuerpos que buscan el sol como quien busca a Dios.
Benditas gafas de sol para mirar la vida y a esto que, de no serlo, se parece mucho a la primavera con los termómetros eufóricos y los novios remoloneando en los portales. Valladolid es la «historia de dos ciudades», pero no de Dickens sino mía. Valladolid es una cuando se queda fría y busca el calor de lo pequeño haciéndose fuerte como nosotros nos hacemos fuertes en un abrigo y es otra cuando le aprieta la primavera. Ensancha y se estira. Hay dos ciudades que comparten una plaza mayor, las fuentes, el ayuntamiento, catedral, cristos y a nosotros mismos, que vivimos en medio de una custodia compartida.
Son las siete de la tarde y aún hay luz en los cristales y pronto a las siete serán las ocho. Ganarle unos minutos de luz cada día, ese paupérrimo capricho con el que voy ensanchando la horma y la paciencia.
Así atardece en Valladolid: El invierno consiste en confiscar la luz a las cinco y ahora más que apagarla atardece como si la disimulasen. Así se va quedando la ciudad a oscuras y la gente duda por un instante si moverse de las terrazas, pensando que si en vez de encenderles las estufas fuesen a prenderles el verano. Y así sigue la ciudad, mientras no paran de caer melodías de esas que suenan a primavera.
«Todo es dulcemente confuso. Como un verso desprendido de un poema. ¿Qué es la primavera sino eso? ¿Qué es el amor cuando aún no es amor y ya es más que amor? ¿Qué es la vida sino un instante?», decía Ruano.
Así, exactamente así, es la primavera de esta tarde de febrero.