Una deuda soterrada

Pero eso demuestra valentía, sobre todo porque es una promesa que incumplieron los dos anteriores alcaldes de Valladolid y el último, incluso, tras haberla firmado ante notario. En Valladolid, por lo visto, las promesas electorales duraban lo que uno tarda en llegar a la alcaldía y después si te he visto no me acuerdo. Por eso haría bien el nuevo alcalde en cambiar esta indigna tradición. Más aún desde que lo apalabró Feijóo según puso un pie en Valladolid.

Este es el problema de prometer, que luego toca cumplir. Y en Valladolid ya se nos ha olvidado lo que es un alcalde que cumpla. Sería una sorpresa que Jesús Julio fuese el primer político que llega a alcalde y cumple con lo prometido, sobre todo lo agradecerían los abuelos de una ciudad que iba a tener obras para entretener a todos los jubilados de España. Y más agujeros que un gruyer.

Hay que devolverle la dignidad a la palabra y de paso al oficio de político y eso empieza por responder con el propio patrimonio personal de sus desaciertos en la gestión del dinero de los demás, pero más aún de sus mentiras.

No puede ser que hasta los números se politicen para salir más majo, más alto y más rubio en la foto de campaña. No se puede presumir durante cuatro años de la envidiable situación financiera del Ayuntamiento, como hacía Óscar Puente, y que al levantar el felpudo -ni siquiera las alfombras- la siguiente administración se encuentre el cadáver de una deuda que no era la anunciada.

Hasta ahora nadie ha escuchado al anterior alcalde amenazar con llevar al nuevo a los tribunales por los datos aportados en la rueda de prensa de ayer, sólo silencio administrativo, por lo tanto habrá que suponer que todas las cifras son ciertas. Y que Puente mentía -ante notario y ante la prensa- otra vez.