Un acta fija

Porque funcionario, quizá, se nace. O para ser Francisco Igea. Cualquiera, en su lugar, se habría ido a su casa después de haber sido vicepresidente de un gobierno autonómico y haber salido escaldado en los siguientes comicios con un único procurador; él. Más después de repetir como mantra, desde que llegó a Ciudadanos, qué era médico y a diferencia de otros tenía dónde volver. Ayer era el día para demostrarlo. Ayer que CS, que todavía existe porque se acuerdan los periódicos de vez en cuando de citarlo, le notificó su expulsión, igual que se la notificó a Edmundo Bal. Igea, verso suelto de su partido. Otros, como Girauta, se fueron solos hace mucho sin necesidad de que nadie los echara y sin plaza fija de funcionario porque los que quedaban ya en Ciudadanos sólo parecían esperar a ver quién apaga la luz.

Igea, político y médico, como un hombre del renacimiento. Pero ayer, cuando le tocaba volver a ser médico y demostrar toda esa dignidad, de la que presumía durante la legislatura anterior y con la que sermonea en el pleno de las Cortes en ésta, decidió agarrarse al acta de procurador como esos niños que salen corriendo con el balón en las manos cuando el partido se les pone en contra a la hora del recreo.

Siempre hay formas de encarar la vida y agarrarse al acta con un millar de excusas no parece la adecuada. Sobre todo cuando los votantes de Ciudadanos votaron unas siglas y no a un señor para que se haga su voluntad. Parece lógico que dimitiese al final de la mañana -sin demorarlo más- y con la nueva marca que han creado -otra más en su expediente después de pasar por el PP, UPyD y CS- se presente cuando tengan la oportunidad en las próximas elecciones y los que votan dirán.